Wednesday, May 30, 2007

El indiscreto encanto de la diversidad


1. La biodiversidad es un tema de la diversidad cultural y viceversa. Pienso, además, que seguir manteniendo una separación entre ambos conceptos es privarnos de un conocimiento integral y amplio acerca del grave problema que hoy nos ocupa. Tal vez ese problema tiene entre sus causas la visión unidimensional de que ha sido objeto. Mirar de modo parcial a la naturaleza forma parte de los hábitos de una cultura que se ha creído (y se cree) única. Esa cultura produjo (y produce) una ciencia y una técnica que se "legitiman" a sí mismas y que desconocen otras perspectivas, otros saberes u otras maneras de asumir la vida.

2. Debemos llamar a las cosas por su nombre: la poderosa máquina destructora de recursos naturales y de culturas cosecha hoy resultados y quiere, incluso, vendernos los desechos, mientras con profesional cinismo descarga en otros sus innegables culpas. Haber convertido todo en mercancía (aire, tierra, agua, bosques, culturas) es una inexorable consecuencia de las llamadas leyes del mercado. Todo fue intervenido por su poderosa mano indolente, pero una retórica difundida por sus medios de comunicación pretende liberar de responsabilidades a esa mano e imputar a la naturaleza misma. En materia de avilantez y de descaro ningún sistema parece igualarlo. Corrijo. Los socialismos reales, en otro terreno, han llegado a aventajarlo.

3. Si la diversidad cultural fuese algo más que un enunciado, otro gallo cantaría en materia ecológica. El reconocimiento de los saberes ancestrales nos proporcionaría otro trato con la naturaleza, un trato muchísimo más amable, desde luego. Pero de ese vínculo genuino hemos sido privados permanentemente por la dictadura impasible del capital. No por azar el centro hegemónico del capitalismo se ha opuesto por igual a la ratificación del Protocolo de Kyoto que a la aprobación de la Convención de la Diversidad de la Cultura.

4. Convivir con los otros y con la naturaleza es una cultura del humanismo y es a la vez un naturalismo de lo humano. El capital desconoce esa elevada forma de vida, no porque no la piense, sino porque es incapaz de sentirla.

5. El caso del etanol en los pueblos del maíz y el de las papeleras en Gualeguaychú iluminan hoy escenarios donde la beligerancia entre lo rentable y lo habitable (o entre el negocio y la vida) representa un desafío crucial para la supervivencia. ¿Hemos hecho lo necesario para que esas controversias sean más un hecho de la cultura –como debe ser- que de la política o la economía?

6. Pienso que el tema del calentamiento del planeta es también (o sobre todo) un tema de la poesía. Tiene la palabra el camarada Valente:

Cruzo un desierto y su secreta desolación sin nombre