Barbara Stanwyck y Fred MacMurry en Double Indemnity (1944)
El canal de clásicos me
acaba de regalar una maravilla del cine negro: Double Indemnity (1944),
de Billy Wilder. El film lo conocimos en español como Pacto de sangre o Perdición.
Barbara Stanwyck hizo de malvada, y Fred MacMurray, bajo su dominio, la ayudó a
cometer un asesinato: el de su marido, por supuesto. El gran Edward G.
Robinson, implacable sabueso de la compañía de seguros, estuvo a punto de
resolver el caso por completo. Al final, fue la confesión de su amigo y
compañero de trabajo (el pobre MacMurray) la pieza que completó el acertijo.
El formidable guión,
sobre una novela de James M. Cain, provino de la diestra pluma de Raymond
Chandler. Palabras mayores, sin duda, dentro de un fascinante género que vivía
los años de su inicial esplendor.
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Mucho tiempo después,
Lawrence Kasdan, en su estupenda opera prima (Body Heat, 1981), que acá
vimos con el título de Cuerpos Ardientes (también se
conoció en español como Fuego en el cuerpo), le hizo un
homenaje a esta formidable película de Wilder, recogiendo algo de su intriga,
prodigándole varios guiños, pero salvándole la vida a la malvada (Kathleen
Turner).
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Gracias a la película,
hoy releí las primeras y magníficas páginas de Mañana en la batalla piensa en mí.
Recordemos. Mientras una mujer agoniza, la pantalla de un televisor sin volumen
muestra las caras de Fred MacMurray y Barbara Stanwick sobre los subtítulos.
Cara estulta, la primera; aviesa, la segunda. Así lo dice el narrador, sin
identificar la película. Precisamente, por esto último, un lector anónimo le
dejó una vez al novelista un mensaje en la contestadora de teléfono. Le
informaba, “por si no lo sabía”, que el film aludido en la novela era Perdición.
Le aportó, incluso, los datos de la fecha y el canal de TV que lo había
emitido. Mayor exactitud no se podía.
Todo esto lo contó
gratamente Javier Marías en el prólogo a su libro de crónicas de cine “Donde
todo ha sucedido”. Allí nos revela que la película no era Double Indemnity, como
creía su afanado informante espontáneo. Resulta que para el momento en que
escribió su novela, Marías no había visto esa joya del cine negro. La vio
después de que oyó el mensaje de su lector desconocido. El film de MacMurray y
Stanwick que el novelista conocía, era una comedia llamada Recuerdo de una noche
(1940), de Mitchell Leisen.
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“Fred MacMurray y Barbara Stanwyck aún seguían allí hablando en
subtítulos como si nada hubiera pasado, y entonces sonó el teléfono y tuve
pánico. Ese pánico al menos no llegó de golpe, sino en dos momentos, porque
durante un segundo quise pensar que el primer timbrazo venía de la película,
pero los teléfonos no sonaban así en su época ni había ninguno en aquella
escena ni por lo tanto se volvían MacMurray ni Stanwyck para mirarlo ni lo
cogían, como me volví yo de inmediato hacia la mesilla de noche de Marta,
sonaba el teléfono de la habitación de Marta a las tres de la madrugada”.
(Javier Marías, Mañana
en la batalla piensa en mí)
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Una vez que vio Perdición,
a la que llamó “traicionera y oscura”, Marías estimó que ya no sería necesario
evitar “a toda costa” el equívoco, como originalmente había creído. Pienso que
se lo ganó la “Perdición”.
Al fin y al cabo, las
caras de Fred MacMurray y Barbara Stanwyck no habían cambiado mucho.