Ana María Moix
“A mí, en
realidad, lo que me gustaba era tocar la trompeta en una calle oscura”.
Al leer hace unos minutos la noticia de la
muerte de Ana María Moix, recordé esa frase que escribió para su “Poética” en
la legendaria antología de Castellet: Nueve Novísimos (1970). Hoy, una
nota de prensa recoge el dato de que en esas páginas era la única mujer. Una
mujer “que come poco y va vestida de cortina”, como dijo su amigo Manuel
Vázquez Montalbán en el prólogo de su primer libro: Baladas del dulce Jim.
Enero y febrero fueron tenaces a la hora de
segar parte importante de nuestro jardín. El miércoles pasado me desperté con
la noticia de la muerte de Paco de Lucía, y hoy, con la de esta autora que
pertenece a mis mejores recuerdos de lector en los 70. Tengo ahora en mis manos
sus Baladas, en el ejemplar que Cuchi, a sabiendas de que yo lo adoraba, me
forró con papel contac transparente.
Lo abro y leo:
“Un hombre triste, su barco. Alegre, ese fue
Jim. Dulce conmigo, mas no risueño; qué corazón.
Jim en el parque, y sin
sombrero. Ay Dios, qué miedo si es un matón. Ay Dios qué pena, si un día parte
como llegó.
Tiene los ojos rojos y on
the sea mira como un traidor. ¿Será payaso? Dije, y sobre el césped se revolcó.
Y eso que no soy niña que con desconocidos antes hablara yo.
Cortaste lirios en las
praderas y a Johnny mataste en Nueva
York. Fue por amor: bailaba en Broadway Nancy Flor.
Ah, Dulce Jim qué consuelo
cuando los adolescentes se enamoran y de esquina en esquina les nace en el
pecho un corazón”.
--
Vuelvo a ese país de cine y de canciones, que
compartió con su hermano Terenci, y me traigo estas palabras para despedirla en
este rinconcito de la biblioteca:
“Un pájaro azul y el horizonte lejos. El
mar regresaba despacio, a mis espaldas, sin alcanzarme nunca. Recogeré las
flores en la arena como si fuera la primera vez que sueño sobre la playa”.
Y también, un solo de trompeta.
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