Sunday, January 25, 2015

Hambre de encarnación amorosa


Antonin Artaud haciendo de Jean Massieu en Juana de Arco, de Dreyer

Fue un segundo de primera en la pantalla grande. En su  corta carrera de actor cinematográfico (utilitaria, según dijo), hizo mudo y sonoro. Llegó a ser dirigido nada menos que por Dreyer y por Pabst, entre otras luminarias. Además de actuar, escribió cine y sobre cine, para no referir aquellos oficios literarios que le dieron la indomable fama que posee. Tampoco toca ahora decir algo de su vida, que para muchos fue su obra más perenne. Me basta con recordar que su filosa lucidez todavía nos interpela y nos desarma. Leo uno de los testimonios de cuando hizo de clérigo Krassien en Juana de Arco y sospecho que es verdad lo que dijo Susan Sontag: él nos legó una teología de la cultura:  

“…guardo de mi trabajo con Dreyer recuerdos inolvidables. Tuve relación, allí, con un hombre que ha llegado a hacerme creer en la justeza, la belleza y el interés humano de su concepción. Y cualesquiera que sean mis ideas sobre el cine, sobre la poesía, sobre la vida, me he dado cuenta por una vez de que no estaba en contacto con una estética, o una idea preconcebida, sino con una obra, con un hombre empeñado en elucidar uno de los problemas más angustiosos que existen: la deformación de un principio divino cuando pasa al cerebro de los hombres, cerebros que se llaman ‘Gobierno’ o ‘Iglesia’. Dreyer vio en Juana de Arco una víctima de esa deformación”.
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Podría recordar a mi amigo Vladimir Puche repitiendo de memoria los versos de Poeta negro y sus “duros corazones de vinagre”, pero eso corresponde a otro momento. Ahora, el leve contrapicado en el que Dreyer muestra el dulce rostro del hermano Massieu, diciéndole a Juana: “Sé valiente. Tu última hora se aproxima”.  
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Según María Zambrano “hambre de comprensión amorosa” padeció nuestro vidente.

Friday, January 23, 2015

Marlene soy yo


 
 
En la tele, El Expreso de Shanghai (1932), de Josef von Sternberg, con la espléndida Shanghai Lily (Marlene Dietrich), que un año antes había sido nada menos que Lola-Lola. Sin duda, un regalo para el día.
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Ya Marlene Dietrich le ha dicho al jefe de los rebeldes chinos que su viaje a Shanghai es sólo porque quiere comprarse un sombrero. "Esto es algo serio”, agrega, con la sabiduría de una mujer que ama.
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(Veo que el gordo Eugene Pallette es acá uno de los pasajeros del “Expreso”. Hace de jugador y matricula de una vez como uno de mis segundos de primera)
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Y ahora, la famosa fotografía del mito, fumando en el tren, poco antes de llegar a Shanghai. Esa maravilla se la debemos a Lee Garmes y, desde luego, al insigne director.  

Dicen que Von Sternberg llegó a afirmar, como Flaubert de su gran personaje: “Marlene soy yo”. Y lo fue.