Antonin Artaud haciendo de Jean Massieu en Juana de Arco, de Dreyer
Fue un segundo de primera en la pantalla grande.
En su corta carrera de actor cinematográfico
(utilitaria, según dijo), hizo mudo y sonoro. Llegó a ser dirigido nada menos
que por Dreyer y por Pabst, entre otras luminarias. Además de actuar, escribió
cine y sobre cine, para no referir aquellos oficios literarios que le dieron la
indomable fama que posee. Tampoco toca ahora decir algo de su vida, que para muchos
fue su obra más perenne. Me basta con recordar que su filosa lucidez todavía
nos interpela y nos desarma. Leo uno de los testimonios de cuando hizo de clérigo
Krassien en Juana de Arco y sospecho que es verdad lo que dijo Susan Sontag:
él nos legó una teología de la cultura:
“…guardo
de mi trabajo con Dreyer recuerdos inolvidables. Tuve relación, allí, con un
hombre que ha llegado a hacerme creer en la justeza, la belleza y el interés
humano de su concepción. Y cualesquiera que sean mis ideas sobre el cine, sobre
la poesía, sobre la vida, me he dado cuenta por una vez de que no estaba en
contacto con una estética, o una idea preconcebida, sino con una obra, con un
hombre empeñado en elucidar uno de los problemas más angustiosos que existen: la
deformación de un principio divino cuando pasa al cerebro de los hombres,
cerebros que se llaman ‘Gobierno’ o ‘Iglesia’. Dreyer vio en Juana de Arco una
víctima de esa deformación”.
--
Podría recordar a mi amigo Vladimir Puche
repitiendo de memoria los versos de Poeta negro y sus “duros corazones de
vinagre”, pero eso corresponde a otro momento. Ahora, el leve contrapicado en
el que Dreyer muestra el dulce rostro del hermano Massieu, diciéndole a Juana: “Sé
valiente. Tu última hora se aproxima”.
--
Según María Zambrano “hambre de comprensión amorosa”
padeció nuestro vidente.
No comments:
Post a Comment