Friday, June 24, 2011

Martín Castillo, autor de Pierre Menard, autor del Quijote

Martín Castillo Morales, neonachista, heresiarca de Uqbar, fotógrafo, escritor 


Félix Valderrama Loyola, neonachista, heresiarca de Uqbar,  ingeniero químico, escritor

Estoy semidormido cuando suena el teléfono. En el trayecto hacia el auricular trato de descubrir la hora. Casi las cinco de la tarde.
-¿Si?-Pregunto tratando no solo de identificar al llamador, sino todo lo que me rodea.

- Soy Martín


- Coño, estaba medio dormido. Dime.¿Dónde andas?
.-He venido a Alcalá de  Henares. Tengo pensado escribir un libro titulado "El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha".
Le río la gracia
.- Tu si eres ingenioso. En serio. ¿Qué haces por ahí?
.- Te estoy diciendo que voy a escribir un libro. Va a ser una revolución. Mi propósito es meramente asombroso. El término final de una demostración teológica o metafísica.
Me sorprende la memoria de Martín y mi propia memoria. La frase última que le oigo pertenece al mítico cuento de Borges Pierre Menard, autor del Quijote.
.- Está bien Pierre Menard, pero estaba durmiendo.
.-¿Quién es Pierre Menard?-contesta inocente
.-Perdón Cervantes.
.-¿Qué te pasa?-pregunta agresivo-¿Quién es toda esa gente que me nombras?
.- Martín, no entiendo.¿Estás bien?
.-Claro que estoy bien. Mejor que nunca. Te llamo porque quería comentar con alguien la tarea que voy a emprender. Mi empresa no es difícil, esencialmente. Me bastaría con ser inmortal para llevarla a cabo.
Reconozco de nuevo las palabras de Pierre Menard en la voz que me llega a través del teléfono desde Alcalá. Me sumo en una confusión terrible. Martín habla en serio. Tal como le oigo desconoce realmente el Quijote de Cervantes, su voz ignora realmente A Borges y su cuento, cuento que va incluido en Ficciones y del cual el propio Martín me regaló un ejemplar de una hermosa edición que compró viviendo en Londres.
.-Hoy ha sido un día importante. Planeo mi obra maestra e inspirado como estoy tengo en mi cuaderno anotada la frase que abrirá la obra.


Trato de detenerle. No sólo conozco la primera frase de su obra, sino que conozco todas las frases que le seguirán. Entonces de la angustia paso a una euforia, a una inmensa felicidad. Martín escribirá su obra, será inolvidable su nombre. Inolvidable será su personaje. Será, desconociéndolo, Miguel de Cervantes, pero él, sin yo elegirlo, me habrá otorgado mi Pierre Menard. Y seré, sin haberlo escogido, Jorge Luis Borges. Soy feliz, inmensamente feliz cuando me sorprende de nuevo la angustia provocada por la preocupación que me produce el brazo de Martín y mi ceguera.


(El texto anterior es una creación neonachista cuyo autor es uno de los dos señores cuyas fotos aparecen en este post. No se descarta que ambos lo hayan escrito juntos o le hayan tomado un dictado al también neonachista Nacho Valcárcel, músico y narrador incansable. Luisana Castillo afirma que el autor, sin duda, es Pierre Menard, el propio)

Thursday, June 23, 2011

El escritor en su laberinto


Fue uno de sus símbolos constantes, como el espejo y los tigres. Lo descubrió de niño, en un libro con grabados que mostraban las siete maravillas del mundo. No sé si llegó a dibujarlo, como hizo con las fieras de su temprana devoción. Cuentan que Georgie, armado de una lupa, intentaba explorar el centro del laberinto para ver al Minotauro. Al percatarse de la esterilidad de ese afán, prefirió imaginárselo, para ventura eterna de sus futuros lectores que ahora somos legión. Así, el laberinto terminó siendo una insustituible metáfora borgeana, y el Minotauro, un personaje solitario llamado Asterión, famosamente. La metáfora alude no sólo a la perplejidad incesante, sino al inexplicable universo, mientras que Asterión (al fin y al cabo, otra metáfora) es el pobre protagonista de un profundo tedio metafísico, incapaz de ver en su presunto redentor la ominosa presencia del verdugo. ¿Acaso no seguimos siendo los hombres unos incurables y redomados asteriones que andamos a la espera del salvador de turno (hic et nunc), dentro de un laberinto que aún no logra cerrarse a la crueldad?... Dejémoslo así, como metáfora, por decirlo a la manera de Reyes, el mexicano inmortal que Borges admiraba.

Ahora el escritor está sentado en un muro del laberinto. Su mano derecha se apoya en el báculo que hace tiempo dejó de ser indeciso, a fuerza de iluminar huecas penumbras. Sobre su rodilla izquierda descansa la otra mano, hermosa y enigmática. El viento agita sus cabellos blancos. Los ojos deambulan insomnes, uno más que otro (todo hay que decirlo). El fotógrafo alcanza, por fin, la perplejidad del instante, con columnas al fondo y escaleras abajo. Se ha hecho presente de improviso la significación solar del laberinto. Y allí está Borges, inmenso, llegando de la noche de los tiempos, para escribir poco después la sombra intemporal de ese paisaje:

“…este es el laberinto de Creta cuyo centro fue el Minotauro…y en cuya red de piedra se perdieron tantas generaciones como María Kodama y yo nos peridmos en aquella mañana y seguimos perdidos en el tiempo, ese otro laberinto”.

He visto la foto muchas veces y he leído el poema otras tantas. ¿Retornar al mismo sitio no es el destino que todo laberinto nos depara?

Wednesday, June 22, 2011

Agradecimientos de Santiago González Carriedo



Santiago González Carriedo
Agradecimientos
2010
133 páginas

El poeta y editor mexicano Luis Miguel Aguilar escribió que, en la vida textual, pocas cosas hay tan frustrantes como ser llamado al pie, bajar y recibir un mero “ibid”.
Aguilar, confeso lector de las “insondables” notas al pie,  podría encontrar en Agradecimientos la confirmación literaria de que este recurso discursivo puede encubrir “algo más”.
En efecto, Santiago González Carriedo inaugura una manera de contar en la que se complementan, con genial ironía, dos discursos paralelos: el de sus agradecimientos, y el de las 30 notas al pie de página, que es donde realmente se narra la historia, además de los dos cuerpos de anexos que terminan de retratar una íntima relación entre un autor, su enmarañado mundo interior y la novela que ha escrito.
De esta manera, González Carriedo transforma lo que suele usarse como apéndice, posiblemente útil, pero execrado de la línea a lugares marginales de la página, o del libro, en un recurso estilístico que revela un lúdico empleo de las variadas formas del discurso, interconectadas con ingenioso humor.
En Agradecimientos, el personaje principal es una novela que termina con 32 reimpresiones y tres ediciones (Manual del buscador de oro), y cuya publicación envuelve una historia repleta de sarcasmo, donde la realidad y la ficción parecen intercambiar roles para develar ciertos intríngulis, posiblemente genuinos, del mundo editorial.
Claro que González Carriedo también incurre en otras indiscreciones. En su obra puede haber más de un cuestionamiento: al sistema judicial, a las tradicionales relaciones de pareja, a la represión policial, a las “desviaciones” de la izquierda española, a la prensa, a la industria editorial; todo tras un relato aparentemente policíaco que dista mucho de ser la clásica historia de un crimen.

Verónica Pérez Traviezo

Saturday, June 18, 2011

Encuentro con Marta y Asterión



Estoy en un auditorio del Ateneo de Caracas. Una mujer elegante, tras pedirnos permiso, pasa sonriendo frente a nosotros y se sienta a mi derecha. Yo sigo conversando con Vasco Szinetar. La señora me pregunta por el aforo de la sala. Le respondo que tal vez sea de trescientas personas. Los tres coincidimos en que la sala es pequeña para el numeroso público que vino hoy al acto. Se trata de un encuentro del Presidente de la República con “la gente de la cultura”. Andan por ahí Antonio López, Alfredo Chacón, Nelson Garrido, Tulio Hernández y Gonzalo Ramírez, entre otros.  

El Presidente no ha llegado. Vasco y yo seguimos saludando a los amigos. Mi vecina se presenta. Su nombre me parece conocido. Es escritora, sin duda. Vasco dice saber quién es, mientras yo intento hallar en mi memoria alguna ficha con sus datos. Vagamente la ubico como articulista de prensa o como autora de un libro editado por Monte Avila, pero no me conformo. Creo saber algo más y sigo indagando, impaciente, en mis archivos.  

De pronto encuentro una pista y le pregunto: ¿su nombre fue citado por un escritor famoso? -Sí-, me responde. Y añade, sin énfasis alguno: -Borges me dedicó La Casa de Asterión-. ¡Claro! ¡Cómo no haberlo recordado antes! Mi vecina de asiento es nada menos que Marta Mosquera Eastman.  

Iniciamos entonces una breve conversación sobre Borges. Así, me entero que el cuento memorable fue escrito en la casa de Marta y que algo de esa casa pervive en sus líneas magistrales. Vasco le pregunta si conoció a Gombrowicz. “Sí, era amigo de Sábato, lo conocí”. Yo le pregunto por Mastronardi y por Elvira de Alvear. Al primero lo conoció. A la segunda, la vio alguna vez.  

Mi fetichismo literario no se aguanta y le entrego a Marta la hoja que acaban de darnos para formular preguntas. Ella entiende de inmediato. Estampa su firma y exclama: -¡Qué lindo! En ese instante Marta y yo somos los únicos que permanecemos sentados. Todos se han puesto de pie porque ha llegado el Presidente. 

(Este encuentro ocurrió en septiembre de 1999)

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OLVIDO 

En el interminable Borges de Bioy Casares nos encontramos muchas veces con el nombre de Marta Mosquera. Recuerdo aquella en la que Borges refiere un diálogo supuestamente oído por Marta. Bioy no descarta que lo haya inventado. Si es así, le hace honor. Lo transcribo: 

“ELLA (una especie de Estela Canto): ´¡El número, señor, el número!´ 

EL (tal vez el doctor Kuno Fingermann o un mucamo parecido al doctor K. F.): ´Ya lo olvidé dentro de la cabeza´.
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METATEXTO 

En el prólogo a su formidable Manifiesto de Celestina, Marta Mosquera emplea el término “narra-teatro”, para aproximarse al tipo de género más avenido con su libro. “No es una novela”, dice, pero es la narración de un manuscrito imaginario en el que conviven hasta la (con)fusión, texto y metatexto, novela corta y “narra-teatro”. La Caracas que vivió “su caracazo” es el principal escenario de la historia, y el tema de La Celestina de Rojas, su hipotexto. Sin embargo, nada más importante en sus páginas que el manuscrito: personaje, espejo, casa, laberinto, Asterión. En uno de sus pasadizos, Marta discurre de este modo:
 
Vuelvo a indagar el manuscrito de Celestina y vuelvo a perderme en él. Sospecho que estos textos están escritos por personas diferentes. Los corrijo, los simplifico, los ordeno y me vuelvo a perder en sus páginas, suprimo detalles y descubro otros detalles que estaban ocultos en esos detalles que he suprimido. Me pierdo una y mil veces. Presiento que en el texto hay en el fondo, otro texto. Es un texto oculto que trato de descubrir y no lo descubro. Pienso que en todo texto existen otros textos que no han sido escritos pero no están adormecidos para que alguien los descubra y los escriba, cuando presiente su existencia. Hay zonas de sombra en todo texto y esa oscuridad forma parte de un texto total que es el encadenamiento de la literatura con sus mil versiones de la posible tradición de su magia. La literatura es parte de la magia”.   

Sobre el tema podemos llenar bibliotecas enteras, en verdad, pero dicho (y muy bien) por una de las grandes amigas de Borges, a quien le dedicó nada menos que “La casa de Asterión”, es algo más que un mero juego. Es una fidelidad.