Waterhouse. Decamerón
El Decamerón de Bocaccio, en una
preciosa edición. Me lo dio una compañera de estudios, cuando estábamos en
cuarto de bachillerato. Ella le pidió a un amigo mío que la asesorara para el
regalo que quería hacerme, con motivo de mi cumpleaños, y mi amigo, RGA, no sin
picardía, le sugirió ese título. Durante un tiempo él estuvo riéndose de esa
maravillosa gracia, que GR, por fortuna, se tomó muy en serio. A ambos, sin
duda, les estoy agradecido todavía. Desde entonces, El Decamerón permanece
con honores en mi jardín de las delicias.
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Su magistral modo de contar, así como la
sensualidad de sus relatos, hicieron del autor uno de los mejores regalos que
el “trecento” legó a los siglos venideros, pasando por encima de censuras
mojigatas hasta llegar al esplendor de Pasolini. En lo personal, el ejemplar de
El
Decamerón, que inicialmente fue la broma vicaria de un amigo y el
hermoso regalo de una compañera, es hoy uno de mis mejores recuerdos de lector.
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Abro una página y Guido Cavalcanti pega un
salto. Está en la novena narración de la sexta jornada. La recomiendo como
buena lección para bromistas.