Saturday, December 30, 2006

Saludos a la Cruz del Sur



Mis recuerdos están ahora en Caballito.
Camino por Pedro Goyena
y disfruto nuevamente de sus árboles.

Por ese recuerdo, van estos versos de Rubén Darío:

VERSOS DE AÑO NUEVO

En estos versos de año nuevo
a mis gentiles argentinos
mis viejos cariños renuevo.
¡Que Dios les dore sus destinos!

(...)

“¡Juventud! ¡divino tesoro!...”
canta a veces mi lengua grata
cuando en ciertas tardes de oro
pienso en el Río de la Plata!

RUBEN DARIO

¡Feliz 2007 a todos!

Thursday, December 28, 2006

Tres libros de poesía y dos musas de Bouguereau


Tengo aún el grato recuerdo de tres libros de poemas que leí ayer: uno de Leonardo Ruiz Tirado (Fragmentos del libro del poeta perdido), otro de Caballero Bonald (Manual de infractores) y La certeza de Eloy Sánchez Rosillo.

Con el de Leonardo se trató, en verdad, de una relectura, una de esas relecturas que te permiten apreciar cosas que no viste antes. Creo que esta vez el libro del gordo me llegó al alma. Es, sin duda, un excelente libro. Concluye con un poema que es un juego, que es un viaje por la palabra y por su vida, por su vida que es la poesía. Por cierto, el “libro perdido” al que alude Leonardo en la presentación lo tengo actualmente yo. Alguna vez estuvo en el CONAC y no sé por qué razón pasó a las manos de José Luis Ochoa. Después de pedírselo muchas veces, hace poco más de un mes el maestro Ochoa me lo entregó. Todavía no le he dicho a Leonardo que si bien el poeta sigue “perdido” (como debe ser), el libro ya apareció.
(...)

Como siempre, la poesía de Caballero Bonald me atrapó. Tiene un talento descomunal para la precisión no previsible, para el adjetivo inusitado, para la aclimatación poética de algunos vocablos aparentemente extraños a la lírica (“necios contiguos”, “espejo judicial”, “aguas insurrectas”, “oficio pasional de clandestino”, “tramita este poema”). Caballero Bonald tiene ya ochenta años y sigue siendo un hedonista, un gran poeta y un libertino. Lo recuerdo una noche de diciembre del 2001 en un bar de Madrid, frente a la plaza de Santa Ana. Quise acercármele, pero no lo hice. Siempre me arrepiento de mi timidez en esas ocasiones. Yo estaba con Méndez Guédez bebiendo vino en ese bar, después de un recorrido vespertino con Cuchi y Martín. El recorrido había consistido en un tour por los topónimos madrileños de Sabina y necesitábamos rioja para recuperarnos. Creo que Juan Carlos me instó en algún momento a abordar al poeta pero yo me hice el loco. Leyendo ahora su formidable Manuel de infractores ratifico cuanto dije en un breve poema que le dediqué en los ochenta...

Con Eloy Sánchez Rosillo no hay nunca decepción. Es una voz eterna: la de un hombre que respira poesía y mira poesía por todas partes. Me gustó muchísimo su retorno a Murcia, en tren, desde Madrid. Está en el poema Un regreso. El poeta ve desde la ventana del Talgo “las metafísicas llanuras de la Mancha” y siente que la tarde es hermosa y que está feliz por ella y por los versos que ese viaje y esa tarde le acaban de dictar.

(Entrada del 19-11-06. Diario de FCC. La imagen de Bouguereau se la debemos a Google)

Tuesday, December 26, 2006

El poeta ante una agenda del próximo año




Debo a la vieja antología Las voces y los ecos (de José Luis García Martín) el descubrimiento de la espléndida poesía de Eloy Sánchez Rosillo. Casi de inmediato me fue, además de grata, utilísima. En enero del 85 (o del 86) participé en un congreso sobre derechos intelectuales siendo mi tema la protección autoral en las artes plásticas. Ya para entonces había decidido relacionarlo todo con la poesía y, desde luego, no iba esa vez a desperdiciar las provocativas hojas de ese rábano jurídico y dejar de escribir en ellas versos de poemas que me gustasen mucho y que pudieran, desde luego, venir a cuento. Así, para ilustrar la naturaleza indómita del arte, leí con deleite supremo el insuperable poema de Eloy Sánchez Rosillo "La familia de Carlos IV". Comprobé ese día que hacerse acompañar de un buen poeta ayuda bastante a cubrir nuestras carencias intelectuales o científicas...

Esta vez, para salir del trance de elaborar un post acerca del nuevo año, Sánchez Rosillo vuelve en mi ayuda. Hace mes y medio me traje de Madrid su más reciente libro, La certeza. Lo he leído casi a diario. Me gustó tanto como La vida. La palabra de Sánchez Rosillo es entrañable y serena. No digo más y copio un poema:

AGENDA

Ahora que está acabándose diciembre,
alguien me regaló una agenda exhaustiva
del año que ya llega; una de esas agendas
que sin titubear y con todo detalle
presentan el futuro inconsistente.
Vemos los meses y los días que aún no han sido,
los números en rojo de domingos y fiestas,
el santoral, las fases de la luna,
solsticios y equinoccios,
cuándo empieza el influjo o se termina
de cada signo zodiacal...
Hojeo
al azar algunas páginas.
Me fijo, por ejemplo, en la que muestra
el 14 de junio o en la que trae los datos
del 9 de noviembre. Para mí
son días insondables,
que ni siquiera a imaginar alcanzo.
Intensamente pienso en ellos. Pero no
me es posible ver nada. Tal vez oigo
sonidos o ruidos confusos. ¿Son alegres?
¿Son terribles quizá? No sé. Y no quiero
saberlo. Me he acercado
al brocal de esos días, me he asomado a su abismo.
Y al fin cierro la agenda y con rápido impulso
la arrojo al enigmático fondo oscuro del tiempo.

Eloy Sánchez Rosillo
(La certeza)

Sunday, December 24, 2006

Feliz navidad y la cena de esta noche

Goya. Pavo muerto
Cuchi está preparando el pavo de esta noche. Yo leo a Octavio Paz y me voy imaginando la ceremonia familiar, mientras escribo este mensaje. Martín ya tiene dispuesta la hora en que sonará el Mesías y Luisana el momento en que habremos de hacer la entrega ritual de los regalos. Esta vez somos los mismos cuatro, y María Antonia y Lope y también Monchi y Jessica. Y es el tiempo que encarna de nuevo en la alegría casera.
Leo a Octavio Paz, mientras tanto, y copio unos versos suyos para todos los lectores de esta Isla, comensales de esta cena:
Saber partir el pan y repartirlo,
el pan de una verdad común a todos,
verdad de pan que a todos nos sustenta,
por cuya levadura soy un hombre,
un semejante entre mis semejantes.

Saturday, December 16, 2006

Golpe certero














Anoche, la puntilla. La esperábamos algunos.

Otros dirán "palo a la lámpara".


Lo cierto es que hacía falta ese certero golpe de timón.


Las cosas en su sitio.

El pueblo donde debía estar desde hace tiempo

y las tristes burocracias del partido a ducharse.


Socialismo e higiene.

¡Olé!

¡Orejas y rabo para el matador!

Tuesday, December 05, 2006

Gamoneda en la carretera


Foto Hugo Rodríguez

En la carretera del norte

Por la carretera del norte
hay luz sobre los cuestos.
Ana, Amelia,
venid conmigo a recibir la luz.

En mi mano izquierda tengo la mano de Amelia
y en la derecha la de Ana.
Los tres sentimos nuestra vida y la luz.
Los tres sentimos nuestras manos y la luz.
Los tres sentimos la luz, el silencio y las manos.

Hubo un día que anduve por la tierra sin nadie.
Aún caía el sol sobre el cuesto amarillo
pero la soledad era más fuerte que la luz.

Aunque haya sol sobre la tierra, amigos,
no vayáis nunca solos a la carretera del norte.

Antonio Gamoneda (Blues castellano).

Saturday, December 02, 2006

Gamoneda


Antonio Gamoneda

01-12-06: Leí en el aeropuerto de Quito que Gamoneda ganó el Cervantes. Me gusta bastante esa escogencia. Al igual que a Pitol (el anterior Premio Cervantes), a este interesante poeta español los reconocimientos le llegan después de haber disfrutado de un largo, merecido y silencioso prestigio entre “la inmensa minoría”.

Esta noche escucharé en su honor a Bela Bartok y leeré las páginas prodigiosas de su libro Blues castellano. Allí está ese bellísimo poema de la carretera del norte donde el poeta va acompañado de Amelia y de Ana y siente la luz, el silencio y las manos.

Voy a llamar a Lázaro Alvarez para compartir la lectura. Sé que le gusta mucho Gamoneda.

Tuesday, November 21, 2006

Ciudad sitiada


Gonzalo Ramírez Quintero en La Habana

La ciudad sigue sitiada, pero tiene ya una voz que le sostiene el alma y la subleva.

El mismo día del aluvión civil, la poesía se hizo cargo y comenzó su lento trabajo de testigo de excepción, de actor secreto, de insobornable persistencia.

Una de esas voces nos vuelve ahora a conmover. Es una voz genuina de duelo. Es una voz profunda de adhesión.

Tiene un nombre: Gonzalo Ramírez Quintero.

Su libro “Ciudad sitiada” (Fondo Editorial del Estado Falcón, Ediciones Libros Blancos, Incudef, Coro, Venezuela, 2006) no sólo es un diálogo interminable con los caídos de febrero, sino la plegaria necesaria, la memoria insurrecta que no cesa.

Abro la página 29 para escribir mi nombre, como suelo hacerlo en todos los libros que me gustan mucho y me encuentro con este poema que es una confesión de amor a la ciudad y a la vez, un cálido homenaje al chileno Enrique Lihn:

XI

Nunca he salido de la siniestra sitiada Caracas
he querido imaginar otras calles
pero es ya demasiado tarde para que la memoria
prepare una nueva sorpresa
Nunca he podido imaginar la vida
sino en esta ciudad sitiada donde todavía
el tiempo puede detenerse en el murmullo
en el acorde tierno del cristofué
Nunca he podido olvidar que el héroe
la proclamaba altivamente
como el sitio donde debía estar su corazón
Nunca podré encontrar otra ciudad
a la cual pueda decir que pertenezco

Porque escribo poesía yo también estoy vivo.

¿Cuántos han muerto por nosotros, poetas afligidos, para que escribamos y sigamos vivos? No lo sé. Son universalmente incontables. Pero acá está la palabra que de algún modo nos redime y nos alienta.

Gracias, Gonzalo, por tu primer libro, por tu fidelidad, por tu poesía.

Wednesday, November 15, 2006

Elisa, vida mía


El Toledo de Garcilaso

Vi la historia de amor contada por la ninfa en su tejido.

y recordé los versos hermosísimos, que a ella remiten.

Caminé por las calles del poeta, el más admirado de Cervantes,
el autor de la música verbal más fina y delicada de su tiempo y de otros tiempos
que ahora le son lejanos y esquivos.

Escribí en una libreta la comprobación de que el Tajo sigue bañando
“la más felice tierra de la España”.

Recordé las mañanas dedicadas en el bachillerato a la lectura de las églogas.

Pensé en la vida del autor,
en cuya alma está escrito para siempre el gesto de Isabel,
también llamada Elisa,
y dije para mí:

Elisa vida mia.

Eso fue todo.

Thursday, November 09, 2006

Gimferrer

Leo Interludio Azul de Pere Gimferrer.

Me gusta y tengo repentinos deseos de escribir algo semejante.

Me encuentro con Celso Emilio Ferreiro un día del 73 en su casa.

Thursday, November 02, 2006

Un poema sobre el cuerpo y la carne


Alejandro Oliveros

En su libro Poemas del cuerpo y otros, encuentro un poema maravilloso sobre el cuerpo y la carne. Lo copio casi todo:

El cuerpo puede ser tanto la carne
como lo que no es. El espacio que llena
y mantiene. La imagen que permanece
en la memoria, con sus traiciones.

Isidoro de Sevilla habla de presencia,
de lo que está antes de los sentidos
y lo sentido. Un cuerpo es, también
lo que no hemos imaginado. Lo que no

conocemos. Ni en el sueño ni en la visión
privilegiada. Salimos a la vida
en pos de ese cuerpo que es sólo reflejo.
Y nos entregamos, como Narciso, a lo que vemos

en la superficie del espejo. Ojos verdes
o castaños que nos miran desde el anhelo.
(...)

No siempre el cuerpo es carne, sigue Isidoro,
pero la carne siempre es cuerpo. Es
lo que recorro con las manos. La carne
amada y temblorosa, su lisura y honduras.

No es posible el cuerpo sin esta duración
turgente. El aire de sus ojos, el fuego
de sus párpados, las tierras de su vientre
y las líquidas vocales de sus labios.

Alejandro Oliveros (Venezuela)

Sunday, October 15, 2006

Cruzo un desierto y su secreta desolación...


El Bosco. Las tentaciones de San Antonio


Los dos primeros versos del primer poema
del primer libro de José Angel Valente
sellaron, indelebles, su destino poético:

Cruzo un desierto y su secreta
desolación sin nombre.

Desde el lugar del silencio hacia el silencio

discurrió su palabra.

Ella es el puente entre la inefable luz

y la noche,

sediciosa siempre.

Saturday, October 14, 2006

Ya nadie me llevará al sur


Víctor Erice

Como lastimosamente la producción muchas veces va por un lado y el director por otro, Querejeta paró el rodaje cuando todavía a Víctor Erice le faltaba contar el desenlace. Ya han pasado 23 años y la cosa quedó así. Melancólicos, podríamos decir con Cesare Pavese que ya nadie nos llevará al sur, pero nos queda el consuelo de que El Sur es una singular obra maestra inacabada.

Sunday, October 08, 2006

Gene Tierney en dos películas


G.T.


Me enamoré de ella un día,

pero le tuve miedo y abordé

un súbito y desconocido globo.


Pasaron los años

y una tarde ella miró hacia arriba

y fue la imprevista enamorada,

la plena ocupante de mi casa perdida.

Entonces, todos desearon su muerte

como único final de la película.


Ella y yo somos ahora el señor y la señora Muir.

Thursday, September 28, 2006

VII Encuentro del Patrimonio Inmaterial


Encuentro Patrimonio Inmaterial

Del 17 al 22 de octubre se realizará en Venezuela el VII Encuentro para la Promoción y Difusión del Patrimonio Inmaterial de Países Iberoamericanos. Asistirán Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, España, México, Perú, República Dominicana, así como una representación de la UNESCO. Los temas de la agenda académica serán: Gestión del Patrimonio Inmaterial y Diversidad Cultural.
San Felipe, Barquisimeto y Caracas son las ciudades anfitrionas.
Por Venezuela organizan el Centro Nacional de la Diversidad Cultural y la Universidad Nacional Experimental del Yaracuy (UNEY).
Los talleres de gastronomía se realizarán en el Centro de Investigaciones Gastronómicas de la UNEY. Los interesados deberán formalizar su inscripción desde el lunes 2 de octubre en la página web de la UNEY (http://www.uney.edu.ve).
En la siguiente página pueden encontrar mayor información:

Saturday, September 23, 2006

El contemplado


Habitación de Proust en Balbec

Una emoción de la infancia.
El cuerpo y el alma la recuerdan.

Era una habitación. Era una ventana.

Y es el mar que siempre recomienza.

Wednesday, September 20, 2006

La ruta de la extrema delgadez (Crespo)


Foto de Juan Rulfo

"...tendremos al resplandor por casa despedida..."

Luis Alberto Crespo

Sunday, September 10, 2006

Luis Alberto Crespo desterrado


Luis Alberto Crespo

10-09-06:
Domingo de nubes con sol. Leo Tórtola de más arriba, de Luis Alberto Crespo. El primer poema es extraordinario. El tema arquetipal, mítico, eterno del destierro tiene acá nombres, apellidos, paisajes y tragedias caroreños. A ese poema suceden los retratos de los personajes. Crespo ha revivido en ellos la errancia familiar, a partir de historias y fotografías domésticas. Me maravillan todos, tanto que ahora soy también uno de los desterrados hijos del Morere. Todos lo somos. De nuestros ojos tan fuertemientre llorando tornamos a veces la cabeça y vemos a nuestras Itacas perdidas o nos vemos nosotros mismos sin ellas. Corrijo. Sólo esto último es lo que vemos.
Vuelvo al libro. Tengo presente la imagen del padre de Luis Alberto leyendo en su cuarto, llenando la casa de países desconocidos y distantes o trayendo a Rubén Darío para cuidar las flores de las Crespo. Soy de nuevo ese lector por un instante. Soy también la calle por donde pasa el padre, camino del registro subalterno. Soy la casa que no verán envejecer. Soy el custodio del estuche donde está guardado un puñito del desierto.
Soy todo eso y más, yo, que lo que soy en este cuarto de Martín es sólo el lector de Luis Alberto Crespo que se deja llevar por ese su libro entrañable, suyo y del universo.

Saturday, September 09, 2006

La ciudad sin (el retrato de) Laura


El angel de La Anunciacion. Simone Martini

Tal vez el oro de La Anunciación de Simone Martini se deba a Petrarca. Sabemos que a Simone se debe el mítico retrato perdido de Laura, la amada de Messer Francesco, quien bendijo el día, la hora, el minuto y el segundo en que la vio por vez primera el viernes santo de 1327.

Recuerda Vasari que Petrarca escribió dos sonetos donde menciona al gran pintor de Siena. En uno de ellos dice:

Ma certo il mio Simon fu in paradiso,
onde questa gentil donna si parte;
ivi la vide, e la ritrasse in carte,
per far fede qua giù del suo bel viso.

(Mas ciertamente en el paraíso estuvo mi Simón,
de donde esta gentil mujer viene;
allí la vio, y la retrató en papeles,
para dar fe aquí de su bello rostro).

Pensó Vasari que algún día olvidaremos a Simone y que sólo quedarán de él las lineas que le dedicara el poeta Francesco Petrarca, su amigo de la corte de Aviñon. Eso aún no ha ocurrido, para suerte de Siena, del mundo, de nosotros.

Espero que tampoco perdamos a Petrarca.

A esta altura de la historia, no sé cuál de los dos corre mayor riesgo de olvido.

Thursday, August 31, 2006

Un paseo


Tigre. Buenos Aires.

1 de enero del 2006. Buscaba el sitio donde se suicidó Lugones y vagué por las calles de Tigre esa mañana. Me entretuve con el paisaje y no llegué. Ahora trato de recuperar un trozo de ese momento de entrega total a la mirada.

Wednesday, August 23, 2006

Mediterráneo de Eugenio Montale

El estupendo poeta argentino Gianni Siccardi tradujo hace varios años a Eugenio Montale para el Centro Editor de América Latina. En el prólogo de la selección escribió:

"Mirada inocente, mirada pura, dirigida al objeto, las cosas, el paisaje, el mar, lo que se ha tenido siempre delante sin que uno lo viera y que de pronto es descubierto en su significación verdadera. De pronto (y siempre es de pronto) las cosas se cargan de energía y nuestra mirada, habitualmente plana, se hunde en el abismo de las significaciones. Poesía del ser, entonces, poesía que es espejo, testimonio de la lucha sin esperanzas del ser por atrapar la conciencia. Poesía sin certezas ni programa".

Copio, especialmente para mi amigo el Pájaro Guarandol, la primera estancia de Mediterráneo:

Mar antiguo, me embriago con la voz
que surge de tus bocas cuando se abren
como verdes campanas
y se echan hacia atrás y se disuelven.
La casa de aquellos veranos tan lejanos
estaba junto a ti –lo sabes-
allá en la tierra donde el sol abrasa
y nublan el aire los mosquitos.
Hoy como entonces me paralizo en tu presencia,
mar, pero ya no me creo
digno de la solemne advertencia
de tu respiración. Me dijiste ante todo
que el pequeño latido de mi corazón
era sólo un momento en el tuyo;
que llevaba en el fondo tu temeraria ley:
ser amplio y diferente, pero también
constante
para vaciarme de toda suciedad
como haces tú cuando arrojas a las playas
entre estrellas de mar, junto a corchos y
algas,
los inútiles escombros de tu abismo.


(Versión de Gianni Siccardi)

Saturday, August 19, 2006

Lorca y las hadas


Lorca.

Para volver a Lorca, hoy, setenta años después del crimen de Granada:

"El año de 1917 tuve la suerte de ver a un hada en la habitación de un niño pequeño, primo mío. Fue una centésima de segundo, pero la vi. Es decir, la vi... como se ven las cosas puras, situadas al margen de la circulación de la sangre, con el rabillo del ojo, como el gran poeta Juan Ramón Jiménez vio a las sirenas, a su vuelta de América; las vio que se acababan de hundir. Esta hada estaba encaramada en la cortina, relumbrante como si estuviera vestida como un traje de ojo de perdiz, pero me es imposible recordar su tamaño ni su gesto. Nada más fácil para mí que inventármela, pero sería un engaño poético de primer orden, nunca una creación poética, y yo no quiero engañar a nadie. No hablo con humor ni con ironía; hablo con la fe arraigada que solamente tienen el poeta, el niño y el tonto puro. Al hablar incidentalmente de las hadas cumplí con mi deber de propagandista del sentido poético, hoy casi perdido por culpa de los literatos y los intelectuales, que han esgrimido contra él las armas humanas y poderosas de la ironía y el análisis".

Lorca. Las nanas infantiles.

Wednesday, August 16, 2006

Cleva en clave natal


Cleva Solís

Nació Cleva Solís un 14 de agosto. Dijo ella que eso ocurrió en 1926. Así que hace tres días hubiera cumplido 80 años.

Fue Cleva la otra gran poetisa del grupo “Orígenes”. La primera, enorme, infinita, es, como se sabe, Fina García Marruz.

Cleva en clave anagramática:

Cleva Solís: Sois clavel

Sunday, August 06, 2006

Recordando a Lezama Lima


Trocadero 162

Para llegar al 162 de Trocadero
(Permiso para un leve sobresalto).

Me tocó llevar a un lezamiano que tenía pendiente desde hace mucho el ceremonial de la visita. Fue una tarde de febrero, después de un almuerzo en La Zaragozana. Pasamos por el Parque Central y caminamos una parte del mítico Paseo del Prado. “Estamos haciendo su ruta”, pensamos, metidos ya en el ritual viajero de los lectores fetichistas.

El Eros de la lejanía nos iba acercando poco a poco. Y así llegamos. No hubo, entonces, más palabras celebratorias. La casa del análogo estaba cerrada esa tarde. “Ah, que tú escapes en el instante/ en el que ya habías alcanzado tu definición mejor”. No. No dijimos los famosísimos versos de Lezama en esa ocasión. Tratamos de mirar por la ventana. Y nada. No había anuncio alguno sobre el horario del Museo Lezama.

Resignados, tomamos unas fotos y leímos en el inmueble de al lado un aviso que decía: “Se permuta una casa por dos apartamentos. 2do. piso”. El azar o la precisa negligencia de los funcionarios quiso que Gonzalo Ramírez conociera sólo la fachada del más legendario de los lugares lezamianos. Pudo sí acariciar las columnas salomónicas e imaginarse que Valenzuela ya tenía regadas sus doce orquestas en el Parque Central para reivindicar la hipertelia o para conjurar una vivencia oblicua tan fascinante como imposible.

Angel de la Jiribillla, ruega por nosotros.

P.D: El próximo miércoles 9 se estarán cumpliendo 30 años de la muerte de José Lezama Lima. Su obra apenas comienza.

Monday, July 31, 2006

Arvo Pärt nos redime desde Estonia


Arvo Pärt

Durante la amable penumbra última (que para mí es la primera y dura poco, como se sabe) intento escribir una página y nada que despego. Sé que falta poco para que venza el plazo cotidiano de las sombras y hoy se me ha ocurrido escuchar música, a ver si algo me sale. Busco en el archivo de mi máquina y el azar me depara una belleza no buscada. Me quedo en ella. Es Arvo Pärt y su Canto en memoria de Benjamin Britten.

Y ardamos, y callemos, y campanas. Y oigamos sin escribir, que no hace falta.

Saturday, July 22, 2006

Juan Cruz sobre el síndrome Materazzi y el periodismo


Albert Camus, futbolista y filósofo (y periodista)

Porque lo suscribiría tal cual, copio algunos párrafos del artículo de Juan Cruz que aparece hoy (22-07-06) en El País:
"El insulto no deja huella en el rostro, pero se aloja en el alma como una humedad pegajosa. Un día la humedad explota. Esa humedad aloja un bagaje genético que se sucede de tatarabuelos a nietos, y a veces se resuelve como un resplandor que deja secos a los que hacen la historia.
El otro día nos aprestábamos a conmemorar la felicidad de haber visto jugar a Zidane, y de pronto éste le pegó un cabezazo a su contrario. Y fue la de Dios. Es decir, aquel caballero había acelerado su caballo, y había disgustado a los que piensan que es mejor aguantar que reaccionar; el papel de Zidane -así se dijo- era el de aguantar.
(...)

El fondo del problema lleva hirviendo durante siglos y se aloja dentro de la capacidad de humillación que saben usar los que insultan. Materazzi usó el reloj del insulto con una precisión ladina: cuando más cansado estaba el contrario, que había fallado un cabezazo -este sí, contra el poste- y yabía sufrido una lesión que parecía dejarle fuera de combate. En esas circunstancias la genética del italiano sabía muy bien qué le podía doler más al argelino (de origen), y fue a su mismo origen, a hurgarlo, a levantar la tapia de una humillación antigua: la de afrentar a la familia. Acaso Zidane no lo sufrió, ni en su infancia, pero es posible que en su memoria más ancestral ese insulto haya sonado mucho más potente que un arañazo. Y surgió de él ese resplandor negativo, el cabezazo.

El insulto va haciendo su trabajo, hasta que cualquier contingencia convierte la reacción pospuesta en una venganza extemporánea, caliente, casi impúdica, e irracional. Luego el que ha insultado como quien pega sin ser visto señala con el dedo: `Me ha pegado, me ha pegado`. Y no sólo eso: la sociedad se escandaliza, y el que ha levantado la mano, cuando pudo haber levantado la voz, pasa a la historia como un vengativo que no ha tenido la caballerosidad suficiente como para haber aguantado sin rechistar la lluvia fina de los insultos de su contrario.

(...)

Cuando Zidane dejó el campo helado, y él mismo se fue como un héroe equivocado, mirando de reojo la copa que ya no iba a alzar en ningún caso, se quedó flotando una imagen legendaria, la del extranjero en la obra de Albert Camus, evocada aquí, para hablar de lo de Zidane por Lluís Bassets: sumido en la vergüenza, o en la humedad, del sol fastidioso de la tarde, hostigado por una riña que se le antojaba absurda, aquel hombre que olvidaría incluso el día de la muerte de su madre arremetió contra su oponente...

La historia terrible que siguió a esa humedad alocada del sol fue resumida por Camus en una de las más bellas descripciones literarias del desastre: `Comprendí entonces que había roto la armonía del día, el silencio excepcional de una playa en la que fui feliz`.

La cantidad de escritura que ha propiciado este acontecimiento extraño protagonizado por Zidane tiene su origien en varias extrañezas, la principal de las cuales comienza con esta pregunta: ¿Cómo pudo hacer eso Zidane? La capacidad de irritación que consiguen los irritantes es infinita, pero el irritante es luego el que levanta el dedo: `¡Que me están limitando mi libertad!`.

En los principios de los noventa, cuando Luis María Ansón y otros periodistas iniciaron una conspiración para devolver el poder a la derecha -a la que luego le reclamaron el pago de los servicios prestados-, cualquier voz en contra era señalada: `¡Están atacando nuestra libertad de expresión¡`. Se puso en boga la capacidad de insultar como una de las artes de la libertad, y el reguero de pólvora húmeda que generó esa simpleza desvegonzada siguió hasta hoy, y de nuevo arrecia.

El otro día un juez español señaló en una sentencia -contraria al periodista que los profirió, menos mal- la cantidad de insultos proferidos desde la emisora episcopal contra un medio de comunicación cuyo modo de proceder no gusta al autor de los improperios. La lista circuló en algunos medios -uno de ellos no sólo publicó esa lista, sino que se permitió añadir lo que el juez dijo que tampoco se podía decir: el número al que debían dirigirse los que quisieran anular la suscripción que tuvieran con el medio vilipendiado...-.

Ésa es una lista instructiva sobre lo que nadie debería decir del otro. Sobre ella no se ha pronunciado -cómo iba a hacerlo, no lo ha hecho nunca, no lo hará- la Asociacion de la Prensa ni ningún otro organismo encargado de velar por que los periodistas no crean que todo el monte es orégano y que insultar no sólo es mala educación sino que no es periodismo...

Estos materazzi de los medios que son capaces de decir de otros incompetente, lamentable, irresponsable, traidor infecto, repugnante, falso, calumniador, basuro, abyecto..., y no sigo copiando porque a los dedos también les repugna la pulsación del teclado, se han hecho la orla de los verdaderos depositarios de la libertad de expresión. La altura a la que han llegado es inversamente proporcional a la dignidad que desprenden.

La FIFA ha llamado a un careo a Materazzi. Aquí en el periodismo, no hay FIFA (menos mal, digo yo, Altazor, no Juan Cruz), pero hay muchos materazzi que disfrutan de la impunidad del insulto, y cuando alguien los reconviene, simplemente llevándolos al juzgado, levantan el dedo y gritan otros insultos, reproducen aquellos que se les prohíben y señalan al insultado: `¡Me quieren amordazar¡`.

Libertad de expresión, cuántos crímenes en tu nombre. Y cuánta impunidad asiste al que insulta, hiere, reconviene y ensucia"

Juan Cruz

Tuesday, July 18, 2006

A 70 años del golpe de estado contra la República


Luis Cernuda

No pasaron. Ante la poesía, no pasaron ni pasarán nunca. Que Luis Cernuda siga diciéndolo con este formidable poema de la dignidad:

1936

Recuérdalo tú y recuérdalo a otros,
cuando asqueados de la bajeza humana,
cuando iracundos de la dureza humana:
Este hombre solo, este acto solo, esta fe sola.
Recuérdalo tú y recuérdalo a otros.


En 1961 y en ciudad extraña,
más de un cuarto de siglo
después. Trivial la circunstancia,
forzado tú a pública lectura,
por ella con aquel hombre conversaste:
Un antiguo soldado
en la Brigada Lincoln.

Veinticinco años hace, este hombre,
sin conocer tu tierra, para él lejana
y extraña toda, escogió ir a ella
y en ella, si la ocasión llegaba, decidió apostar su vida,
juzgando que la causa allá puesta al tablero
entonces, digna era
de luchar por la fe que su vida llenaba.

Que aquella causa aparezca perdida,
nada importa;
Que tantos otros, pretendiendo fe en ella
sólo atendieran a ellos mismos,
importa menos.
Lo que importa y nos basta es la fe de uno.

Por eso otra vez hoy la causa te aparece
como en aquellos días:
noble y tan digna de luchar por ella.
Y su fe, la fe aquella, él la ha mantenido
a través de los años, la derrota,
cuando todo parece traicionarla.
Mas esa fe, te dices, es lo que sólo importa.

Gracias, compañero, gracias
por el ejemplo. Gracias porque me dices
que el hombre es noble.
Nada importa que tan pocos lo sean:
Uno, uno tan sólo basta
como testigo irrefutable
de toda la nobleza humana.

Sunday, July 16, 2006

Crónica social de la zona tórrida


Cuchi en el centro

En el centro del mundo, en el centro de la zona tórrida.

A su izquierda, una de las más inteligentes periodistas y sociólogas de Ecuador: María Augusta Calle.

A su derecha, quien pudo ser (tal vez será) alcaldesa de Quito.

Afuera, el cielo que no entra en la fotografía pero que recuerdo espléndido.

¿Música? Pienso ahora no en la que sonaba en la sala, sino en Schumann. No sé por qué.

Esto pasa el 5 de julio a una hora sediciosa.

Cuchi está feliz. Venezuela esa noche ha sido su cocina.



Friday, July 14, 2006

La otra Lila


Lila Downs

La podemos oír en esta página:

http://www.liladowns.com/

Estuvo en la Frida de Salma Hayek y hoy Alejandro Calzadilla la llevó a la UNEY.

La estoy oyendo y bebo margaritas a su salud y a la de ustedes.

Thursday, July 13, 2006

Cuchi cocinando en Quito


Cuchi cocinando en Quito

Ahí está Cuchi (Cruz del Sur Morales) uno de los días en que su talento y su capacidad de trabajo hicieron que la cocina venezolana obtuviera la aprobación de los numerosos y diversos comensales del Swissôtel de Quito. El esposo de Cuchi tomó la foto y la trae hasta acá sólo para desahogar su orgullo.

Thursday, June 29, 2006

Zinedine Zidane


ZZ

Porque baila tango en el césped.

Porque es la poesía que no se rinde,
la armonía que no cesa,
la elegancia que no se inventa.

Porque admira a Francescoli.
Porque bautizó a su hijo con el nombre de Enzo.

Porque vino de Argelia, pero también de un ensayo de Camus.

Porque ayer José Luis Meléndez hizo en su honor la figura de la bailarina en la UNEY.

Porque también ayer el escritor español Benjamín Prado
escribió en El País estas palabras definitivas que comparto:

"Que a nadie se le ocurra retirar el número cinco de la camiseta del Madrid, o el diez de la de Francia. Yo propongo que se retire la zeta del diccionario de la RAE".

Saturday, June 24, 2006

Arte, cachivaches, Guy Monod


Duchamp

Para recordar un post de Guy Monod

(http://domingoenlatarde.blogspot.com/2005/09/reflexiones-de-urinario.html).

Para recordar la letal ironía de Félix de Azúa en su insuperable Diccionario.

Para recordar cachivaches tecnológicos.

Friday, June 23, 2006

Fotógrafos de Uqbar


Los heresiarcas de Uqbar

Una foto muchísimo mejor que ésta los mostró ayer en El Nacional (página B-14). En el fondo, acá Cortázar y en la de ayer, ellos mismos. Son mis fotógrafos predilectos.

La cámara en la cáma(ra) doméstica. Se me ocurre esa frase al ver ahora algunas de las fotos de su portafalio (http://www.pluneplu.com/).

Martín y María Antonia, heresiarcas de Uqbar, están en el IX salón de la FIA, abierto desde anoche en Caracas.

Monday, June 19, 2006

Marta Lynch


Marta Juana Lynch (hija de Marta Lynch)

Pregunté por Marta Lynch a los intelectuales que conocí en Buenos Aires hace seis meses. Todos coincidieron en que su mejor libro es Al vencedor (1985) y en que ella misma era su personaje más interesante. Lo primero no corresponde a la fama de sus títulos, entre los cuales destacan La alfombra roja y La señora Ordóñez. Lo segundo es unánime.

Recuerdo haber leído unas páginas de su hijo, el filósofo Enrique Lynch, donde nos comunica la imposibilidad de explicar el suicidio de su madre. Es un texto estupendo. Lynch se detiene en un detalle: la pequeña hendidura que la bala hizo sobre la madera del armario. Lo hace porque fue lo único distinto que encontró cuando al día siguiente llegó a la casa de sus padres. Se imagina, entonces, que esa hendidura permanecerá allí y que algún día el nuevo inquilino de la casa habrá de descubrirla. Libre de toda conexión luctuosa, la huella del suicidio ocurrido allí el 8 de octubre de 1985 terminará siendo el signo de algo inasible y conjetural. La distancia infranqueable entre ese signo y su remota causa es para Enrique Lynch la misma distancia que separa la interpretación del suicidio de cualquier forma de consuelo.

Una biografía escrita por Cristina Mucci (La señora Lynch) incluye testimonios y citas que intentan darnos una idea del personaje: la idea que la autora tiene de su biografiada. No digo que la Mucci no sea veraz, pero prefiero irme a los libros de Marta Lynch para disfrutarla y, sobre todo, para dejarme llevar por el atractivo mundo de sensualidad que ya he comenzado a atribuirle a su escritura mientras miro una foto donde Marta, coqueta, bella y seductora, se apoya en los brazos de dos amigos.

Saturday, June 10, 2006

Bioy y la comida


Bioy

Me adelanto a Biscuter y antes de que "cuelgue" este post en su blog Duelos y Quebrantos (http://wwwconuqueando.blogspot.com), decido hacerlo en esta isla:

"Resulta que doy mucha importancia a la comida. Solamente personas muy humildes, o francesas, le dan tanta importancia. Algune vez oí a un peón de campo, don Juan P. Pees, que el patrón era esto o aquello, pero (y aquí se hacía un alto, para acordar el debido énfasis al reconocimiento) que no era mezquino con la comida del trabajador. Yo he oído con mucho asombro y diversión estas declaraciones que me parecieron marcar la extraordinaria humildad de quien las hacía. Pero ahora sé más al respecto. En Francia vivo feliz (entre otras razones) porque como bien. No se entienda que como sibaríticamente; no, aunque también como así; una sensación física que nos mueve a dar complacidas palmadas en la barriga. Otra prueba de la importancia que doy a la comida es mi enojo anoche, con Silvina, porque me arregló con verduritas, ñoquis y jamon frío".

(Adolfo Bioy Casares, Descanso de Caminantes, Editorial Sudamericana, Bs.As. 2001)

Wednesday, June 07, 2006

Pepe Barroeta, in memoriam


Pepe Barroeta

1. Lo supe este mediodía. Ayer se nos fue Pepe.

Los dos amigos que me acompañaron hoy durante el almuerzo oyeron algunos versos suyos que intenté recordar.

Este post no termina aquí. Lo seguiré escribiendo mañana.

Ahora sólo pido que música de Orfeo acompañe a Pepe Barroeta.

2. Retomo el post de ayer y transcribo un artículo que escribí hace diez años sobre un excelente libro de Pepe titulado CULPAS DE JUGLAR*:

"Al afirmar que entre los libros de moral los mejores son los de poesía, Leopardi quería destacar aquellos que dejan en el alma del lector un sentimiento de nobleza tal que les impide durante media hora concebir un vil pensamiento o cometer una acción indigna. Como lector lento (y escritor idem) suelo detenerme en las páginas de algunos libros que secretamente se aferran a mis manos. No sé si son los que Leopardi estimaría como morales, pero en todo caso, por entretenerme o detenerme tanto tiempo consigo, me salvan, durante mucho más de media hora, de andar cometiendo “acciones indignas” o de “pensar vilezas”. Con el más reciente libro de José Barroeta, Culpas de juglar, me ocurrió algo de eso. El evidente carácter unitario del mismo, no fue óbice para que sus páginas se me convirtieran en pasajes de un laberinto, el laberinto personal que Pepe ha venido levantando con su obra poética desde hace muchos años y que encuentra en este libro su punto culminante. Me quedé en ese laberinto varios días, sin la angustia de no tener frente a mí la puerta de salida. En silenciosa convivencia con él, sabiendo que estaba dejando en mí más de lo que pienso, escribí, al sesgo, durante el pasado mes de mayo y a la manera de un diario, los fragmentos que siguen:

Miércoles 7: Un amigo (Andrés Mejías) me regala el libro Culpas de juglar, de Pepe Barroeta. No sé por qué siento que no me lo regala, sino que me lo devuelve. Lo abro, buscando un poema cuyo manuscrito me había mostrado hace dos años Gregory Zambrano y que, leído entonces bajo el impacto de una tragedia (la inesperada muerte de Néstor, hijo de Pepe), adquiría un notable patetismo, seguramente involuntario. Me refiero a El Huésped (segunda versión), texto que quiero leer ahora sin la impronta del doloroso hecho que se impuso en mi primera y fugaz aproximación a él y que lo convertía en un asombroso poema premonitorio. Procuraré una lectura despojada de ese sello, para encontrarme de verdad con lo que sucede en el poema y no con lo que ocurrió después de su escritura. ¿Por qué no leer la poesía sin buscarle soportes legitimadores en la realidad?

Lo leo en voz alta, por segunda vez. Andrés Mejías escucha. La imagen de Aquiles, un fantasma que aparece en el poema, se levanta de pronto y domina la escena. Recuerdo entonces a otro Aquiles, el del poema de Acosta Bello. Mientras el de Arnaldo busca cobijo en Briseida para encontrarse consigo mismo, el de Pepe Barroeta no puede escapar al fatum sentenciado por La Ilíada. Bajo el ominoso poder de Hades, sus múltiples disfraces no alcanzarán a esconderlo de la muerte, y así, al amanecer “… un cortejo de heraldos/ lanza el cuerpo de un adolescente degollado/ a un basurero/ donde reposan la Ilíada/ y los muertos de una ciudad inexistente”. Cierro el libro pensando que ese fantasma se me puede aparecer a mí en Barquisimeto… .-

Domingo 11: El tema de la muerte persiste, pero en esta ocasión el poeta está a su servicio y no al revés. Pepe ya no acude a su pueblo para constatar que “todos han muerto”. Ahora la muerte es quien lo busca y él la recibe, la atiende, la contempla. Es, en definitiva, su siervo solitario. Y ella ya no es una muerte bucólica. Pepe la lleva de viaje y se exhibe a su lado en París, bebiendo una copa de vino blanco, los dos muy solos, al mediodía.
Me quedo varado en la página 22 del libro.-

Martes 13: El libro no es un acto ritual de mea culpa. Las culpas de juglar no se exhiben con golpes en el pecho. Las culpas de juglar se lavan con la lluvia. Sólo se lavan. Se asean… .- El poeta se presenta con ellas ante su espejo y descubre, con Borges, que “detrás del rostro que nos mira no hay nadie”. Somos, en realidad, ese montón de espejos rotos, ese “espejo de otro/ quebrado por culpas de juglar”.-

Jueves 14: Siento hoy que Culpas de juglar es también un diario íntimo, un inventario con secretos, un viaje sentimental, y también un encuentro con el otoño. Los poetas también se ponen viejos… .-

Este juglar está ahora en una ciudad de montaña. De ella había salido. Viajó, conoció también la melancolía de los barcos, el frío amanecer bajo las carpas, el aturdimiento de los paisajes y de las ruinas, la amargura de las amistades interrumpidas….- Fue, como todos alguna vez, Frédéric Moreau. Pero ahora está de vuelta, con el “asno de oro” de la página 37.

Viernes 15: Fue Claudio Magris, hablando de Saba, quien escribió que la gran poesía tiene siempre la humildad de quien se sabe en deuda con los demás y con el mundo. Lo he recordado leyendo este libro donde las personas, las cosas y los elementos que rodean al poeta, y que lo trascienden, conservan un misterio indescifrable, una gracia oculta que las hace perdurar en nuestra incierta memoria. Si pensamos que en este caso no se trata de una poesía contemplativa, ese rasgo es aún más asombroso.

Domingo 17: Seguir en el misterio, ser en él Aquiles sin escudo y enfrentarse solitario al mundo. Eso es ahora suficiente para justificar el paso del juglar por estas tierras. El juglar ya no pertenece a la aventura tal o cual, sino a la vida, para gozar “del silencio del poema que llega”.

Lunes 18
: Siento que Pepe Barroeta ha hecho algo así como un ajuste de cuentas con su poesía y con buena parte de la obra que han escrito muchos compañeros suyos, de viaje y de generación. No me atrevo a hablar exactamente de “ajuste”, que por ser una expresión contable, carece de poder para aludir lo que deseo expresar: cierto distanciamiento literario y vital que no se queda sólo en el arreglo de cuentas, pero que no llega a la ruptura. En fin, a medio camino entre ambos, Pepe Barroeta es otro y el mismo. Lo son sus temas y el tono general del libro. La figura del adolescente eterno que se regodeaba en un pasado remoto o en la efusión de un instante (no en su intensidad), ha dado paso a un poeta que sabe ahora que su sombra es otra y que busca en ella una vía para ser simplemente un hombre a solas. Andar de “poeta de los sesenta” por el mundo no podía seguir siendo un pasaporte válido y, mucho más que otros, Pepe Barroeta lo supo a tiempo, como lo revela la excelente presentación que en el año 81 escribió para la antología que le publicó Fundarte en 1985.

Lo que el juglar era, está dicho desde el pathos de la distancia, en el poema Canto a mí mismo, y lo que ahora es, aparece a lo largo del libro y se concentra, de manera explícita, en el estupendo poema final, Invencionario, una verdadera despedida. A éste último corresponden estos versos memorables: “Cada día mi sombra renuncia más a mí/ cada día mis fábulas forman parte de un mundo/ imposible y en ruinas/ cada día mis espejismos y mi invencionario/ dejan de ser/ me abandonan en los límites de una ciudad rodeada/ por montañas altas/ por calles estrechas/ por gentes y por casas frías./ Presiento que ahora no pertenezco a ninguna aventura/ sino a la vida”.

Martes 19: Dejo, por los momentos, el libro. Y me pongo a recordar lugares comunes, en el sentido que los griegos daban a esa bella expresión (por cierto, Pepe Barroeta da con ella nombre a la segunda parte de Culpas de juglar). Así, recuerdo que la poesía es una forma de la melancolía (Stevens, Adagia), pero es también una forma de redención, gracias a Dios".


*José Barroeta. Centro de Actividades Literarias
José Antonio Ramos Sucre. Cumaná, 1996.

Sunday, May 28, 2006

Navío de Argos


Navío de Argos

Me voy a mudar al Navío de Argos. Sí. Está decidido. No hay nada que ahora me atraiga tanto como la búsqueda del vellocino de oro, como la aventura total de Orfeo y como la entrega lenta y silenciosa al fecundo azar de los argonautas.

Después de leer un hermosísimo libro sobre las estrellas, decidí que su autor, Edmund J. Webb, fuese el timonel de mi particular nave de los locos. El me llevará por todo el firmamento. Y yo me dejaré. Ahora leo en voz alta unas palabras suyas que son mi santo y seña:

"Sólo una vez en su vida se ha hallado el autor de este libro en un lugar situado tan al sur que le permitiera contemplar al Navío de Argos en toda su gloria sobre el meridiano, pero basta con haberla visto una sola vez para sentir que la vida no se nos ha concedido en vano".

Procuremos ver, entonces, la densa nave de Argos.
Seremos
innumerables,
atónitos,
eternos.

Saturday, May 20, 2006

¿Filosofía del Deporte?


Amigos madrileños hinchas de mi equipo
porteño. "Dale Boquita, dale"


El jueves pasado seguí en mi periplo de conferencista. Esta vez fue en San Felipe mismo. A la UNEY le tocó organizar el primer encuentro de investigadores de las instituciones de educación superior que trabajan dentro del área de la educación física y el deporte. Los responsables de la actividad incluyeron una conferencia mía sobre Filosofía del Deporte. Hice una breve introducción a la lectura comentada de un texto de Fernando Savater. La introducción, tambien comentada, fue la siguiente:

"Hacia una filosofía de las ciencias del deporte.

De una vez una aclaratoria: No voy a presentarles a ustedes una reflexión original acerca del tema, sino a proponerles la lectura de un texto que podría servirnos para vincular de una manera sencilla los dos ámbitos conceptuales indicados en el título de esta supuesta conferencia. El texto a que me refiero es la entrada “Deporte” en el Diccionario Filosófico de Fernando Savater donde encontramos una lúcida puesta en práctica de un modo de ver el deporte sin disquisiciones metafísicas ni vagos entretenimientos escolásticos.

Hace tiempo que la filosofía dejó de ser una exclusiva actividad que sólo daba alimento al estéril narcisismo de los profesores que la enseñaban en las universidades. Por fortuna tomó la calle casi de su cuenta, o de la mano de sociólogos, de escritores, de periodistas, de directores de cine, de psicólogos, de neurólogos o hasta de filósofos mismos que se percataron de la vacuidad de un oficio encerrado en cubículos cuyo único resultado era el confinamiento vitalicio de sus trabajos en las páginas de una revista de gamelote filosófico arbitrada por ellos mismos. A la estirpe de los pensadores que no le temen a la calle ni a los temas que ésta demanda, pertenece, como todos sabemos, Fernando Savater. El y otros no menos talentosos, han venido desarrollando sin plan rígido alguno (o incluso, sin plan alguno) una tendencia cada vez más sólida de filosofías de la acción, en las cuales la ética y la estética se enlazan en un mismo esfuerzo por comprender la praxis social del hombre de hoy en día.

Mi siempre recordado maestro Juan Nuño, a quien invoco permanentemente a la hora de afrontar un tema como el que estoy aludiendo en estas líneas, decía que en el pensamiento actual se podían discernir dos formas bien diferenciadas: una, la replicativa, adocenada, ceñida a modelos académicos estancados o a ideologías que se niegan al cambio, y otra, la reflexiva, caracterizada por el metapensamiento y por la pluralidad de tipos, entre los cuales sobresalen los de carácter cultural, abiertamente críticos, que Nuño ejemplificaba con los nombres de Fernando Savater, George Steiner, Jean François Revel (fallecido hace pocos días), Octavio Paz y Rubert de Ventós. Yo añadiría a esa breve lista el nombre del propio Juan Nuño.

Bien, a esa última tendencia pertenece a mi juicio lo más fecundo y beligerante del pensamiento contemporáneo. Y es allí donde podemos encontrar luces para orientarnos en este vértigo del presente, tan desprovisto de ánimo axiológico, o simplemente, de curiosidad filosófica.

Para evitar la caída en el “todo vale” o en el “ya no vale la pena pensar”, vayamos de la mano amable de quienes aún mantienen encendida la filosofía, a pesar de la Filosofía. Y en este caso, vayamos a las llamadas ciencias del deporte, o al deporte, en general, para formularnos algunas preguntas que no suelen hacerse quienes están dentro de ese mundo: ni los que se colocan los monos o las botas Addidas para correr o saltar, ni quienes emplean las técnicas más modernas y sofisticadas para entrenar a los primeros.

Una de esas preguntas tiene que ver con la vieja frase del poeta Juvenal: “mens sana in corpore sano”. ¿Las ciencias del deporte y la tecnología deportiva toman en cuenta el sentido de esa frase? Algunos la repiten y quizá no sepan que están pronunciando una proclama del hombre como unidad, que están enlazando valores y fuerza y que están armonizando, retóricamente, por lo menos, cuerpo y alma. Si lo supieran no se limitarían en la práctica a intentar la conversión del cuerpo en una máquina productora de records o a cincelar un cuerpo más allá de lo que el alma y el cuerpo permiten.

¿A dónde ha ido a parar el sentido original de la frase latina? Hagamos el ubi sunt ¿Qué se fizo la alegría espiritual y poética de Píndaro ante los triunfos del cuerpo? ¿Qué se fizieron los principios olímpicos?

Si al tratamiento excesivo que algunos (no pocos) le dan al cuerpo en la preparación de los atletas, agregamos la aparición de una tecnología que en algunos deportes ha llegado a sustituir las destrezas naturales y cultivables del ser humano, ¿no estamos en presencia de una falsificación del deporte? Se nos podría responder que estamos en presencia de otra forma de hacer deporte. Es posible. Pero no me atrevería afirmar que esa respuesta sea válida. Me gustaría sí que una reflexión ética la respaldara.

Otra pregunta válida y pertinente si miramos a nuestro alrededor y vemos cómo el espectáculo deportivo se ha convertido en un fin en sí mismo, es la siguiente: ¿El sentido de pertenencia en el deporte no está siendo peligrosamente sustituido por la identificación hipnótica, mimética y automatizada con marcas comerciales o con grandes corporaciones de capital?

Bien sabemos que en el automovilismo se destaca fundamentalmente la competición entre marcas de vehículos y no entre conductores. Y algo más que puede constatar cualquiera: La tecnología audiovisual ha convertido a los espectadores de estas carreras en cuasi manipuladores de un video-game. A un paso estamos del deporte enteramente virtual, tanto para quien lo practica como para el público que lo disfruta o que lo sufre con identificación de alienado.

Problematicemos estas preguntas y demos la palabra a Fernando Savater a quien traigo a esta sala como mi ´abogado del diablo´ particular".

Monday, May 15, 2006

Vicente Gerbasi


Gerbasi


"...he aquí a Vicente Gerbasi que trae una lechuza
desde el cerro del Avila
y una ardilla de alquimia

Y este que soy yo: blanco y anciano en mi libro"

(Juan Sánchez Peláez, Por cual causa o nostalgia)

Sunday, May 14, 2006

¿Cuántas cartas de amor le escribió Satie?


Suzanne Valadon

En una de las escaleras del barrio duerme Utrillo,

mientras Erik Satie deambula infatigable

y Suzanne Valedon navega, como siempre, por el cielo radiante de Montmartre.

Después te describo mi visita.

Tuesday, May 09, 2006

Dora Maar


Dora Maar

Dora Maar está emergiendo del mar,
dorada y bella.

Sus colegas, insignes fotógrafos despreciados por Picasso,
la saludan, reverentes.

Y en silencio agradecen a Dionisos haberle secado,
después de tanto tiempo,
todas las míticas lágrimas vertidas en Guernica.

Sunday, April 30, 2006

Beatriz Viterbo cumple años


Borges y Estela Canto

30-04-06: Domingo de sol y de prolongación de un descanso que continuará mañana.

Hoy es treinta de abril, día del cumpleaños de Beatriz Viterbo. Recordemos el estupendo homenaje que Borges le hace al arte fotográfico cuando decide visitar todos los 30 de abril la casa de la calle Garay para saludar al padre de Beatriz y a Carlos Argentino Daneri, su primer hermano.

Borges va enumerando con deleite las circunstancias de los muchos retratos de Beatriz: Beatriz Viterbo, de perfil, en colores; la primera comunión de Beatriz; Beatriz con antifaz en los carnavales de 1921... Y así, hasta llegar a ese delicioso retrato que muestra a Beatriz de frente y de tres cuartos, sonriendo, la mano en el mentón.

El breve paseo por las fotos de Beatriz es la historia sucinta de su vida. Así, conocemos de su amistad con Villegas Haedo y con Delia San Marco Porcel. El primero le regalo un pekinés. Mi amigo el Turco Najul, con su habitual ojo para el detalle proustiano, tiene un poema donde habla de un hombre entrando a una casa de la calle Garay con un perrito en sus brazos. Ese hombre no es otro que Villegas Haedo, seguramente primo de Borges, como lo indica uno de sus apellidos.

Los lectores de Borges recuerdan que esta Delia que acompaña a Beatriz Viterbo en la fotografía de Quilmes es la Delia Elena del bellísimo texto de la despedida en Plaza Once de El Hacedor. Delia San Marco Porcel, por cierto, es la autora de un valioso libro inexistente que el mismo Najul citó en la bibliografía de un importante trabajo académico contentivo de un proyecto que mereció poco tiempo después los honores de la Gaceta Oficial en Venezuela.

Friday, April 28, 2006

La Anunciación de Rothko por Fra Angelico


Rothko


MELL Y ROTKHO EN EL 50

Han salido ya del convento de San Marcos.
El la toma de la mano y miran el cielo de Florencia.


Por la dulzura de su Anunciación
y por el espacio infinito de sus frescos,
invocan, agradecidos,
el nombre de Fra Angelico.


Supieron en Roma hace muy poco
que ella dará a luz el próximo diciembre.

Un suave asombro los conmueve.

Ella sonríe
y él presagia
el nuevo brillo de sus lienzos.

Saturday, April 15, 2006

Nunca adiós al rey Acosta Bello


Hace pocos días se cumplieron 10 años de la muerte de Arnaldo Acosta Bello. Recuerdo que murió al final de una semana santa. Murió un sábado, para ser exacto. Yo lo había visto en la mañana frente al quiosko de Leo, en el centro comercial Río Lama. Arnaldo estaba dentro de su pequeño vehículo leyendo el periódico. Sé que minutos más tarde se iría para Terepaima donde participaba en una toma ecológica de unos terrenos. Alli, precisamente, moriría esa tarde. Era el 6 de abril de 1996.

Hace poco le comenté a Andrés Mejías la posibilidad de publicar en Monte Avila una antología de Arnaldo. Es cuestión de hablarlo con su hijo Federico. Que yo sepa, Arnaldo dejó dos libros inéditos (El hombre de arena y Santa Palabra) que podrían publicarse antes de la antología o incluirse en ella. No sé. Me gustaría saber la opinión de Rafael Cadenas. La obra de Arnaldo merece ser divulgada, revisitada y gustada de nuevo. El libro que Julio Miranda escribió sobre ella es una estupenda valoración de su calidad y de su temple. El pasado 6 no me acordé del aniversario de su muerte, pero sí lo recordé a él. Fue durante mi clase de El Valor de Educar. Mostraba el mapa del Estado Guárico y señalé a Camaguán. De inmediato dije que allí había nacido mi inolvidable amigo el poeta Arnaldo Acosta Bello.

Reviso viejos papeles y encuentro el artículo que escribí poco después de su muerte. En realidad, doy más bien con el texto que leí en Caracas en la librería de Monte Avila, con motivo del homenaje que le hizo el CONAC y de la presentación de Adiós al Rey. Claro, ese texto no es otra cosa que la reproducción del artículo que publiqué en El Impulso pocas horas después de la muerte de Arnaldo. Copio lo que leí en Caracas:

“Para quienes estuvimos cerca de Arnaldo Acosta Bello, es difícil, a escasos dos meses de su muerte, emprender una aproximación crítica a su obra o intentar un análisis más o menos académico acerca de la presencia de esa obra en la literatura venezolana. Tiempo habrá para que personas mejor dotadas que uno realicen esa necesaria lectura y le descubran al país la existencia de un tesoro con las pistas indispensables que ya nos deparó el excelente libro que Julio Miranda le dedicara a la poesía de Arnaldo Acosta Bello, mucho antes de su muerte, vale decir, cuando aún predominaba una injusta desatención a los trabajos de Arnaldo. Prefiero quedarme esta noche en la emoción y no se me ocurre para ello algo mejor que leerles el texto que escribí a las pocas horas de la muerte del amigo. Leo:

`Esta mañana recordé unos versos de Arnaldo que leí con verdadero deleite en el número dos de la revista Papeles. Fue en 1967. Un conjunto de poemas que luego integraría su libro Fuera del paraíso, sedujo de inmediato mi interés. Poco después me enteré de que no era yo el único lector entusiasta de esos poemas. Nada menos que Julio Cortázar proclamaría en carta dirigida a Ludovico Silva, que le habían gustado los mismos textos de Acosta Bello. Y no era para menos. El verso cargado de sensualidad, el brillo de las imágenes, cierto tono coloquial, un desenfado elegante, acaso un hermetismo que retaba nuestra curiosidad, algún misterio entrevisto en la primera lectura y no revelado en ninguna posterior, todo eso, me hizo repetir durante meses estos versos que, como dije, volví a recordar esta mañana frente al cuerpo de Arnaldo Acosta Bello en una funeraria de Barquisimeto:

Quien me hizo pez

hizo también el océano

y el cielo que me duplica.

Ambiguo y triste

a quién le importo si me aparto de los demás?

(...)

Arriba se cocina, se lee un libro,

pero abajo se ama y hay espacio para el gesto,

caminamos con un cuchillo a la cintura

nadie nos mira

y no pueden ver esta jalea tinta de besos

estos mordiscos feroces

y a ti dormida en mi pecho

silenciosa y siniestra como un barco encallado.

Desde esa lectura de Papeles busqué los libros del poeta. Así, logré obtener el inhallable Hechos, emblemático libro de los años sesenta, editado por el grupo Tabla Redonda, con ilustraciones de Ligia Olivieri. También di con el olvidado (por el autor, entre otros) Canto Elemental, correspondiente a su etapa de exilio mexicano en los cincuenta. Esperé con ansiedad Fuera del paraíso, finalmente aparecido en 1970 y lo convertí en mi compañero de viaje. Libro tras libro, fui haciéndome su amigo lejano, hasta que en 1980, en Mérida, tuve la suerte de conocerlo personalmente. Se inició entonces una amistad que agradezco como pocas, estrechada en los últimos años por su residencia en esta ciudad que, por cierto, ya le estaba resultando menos hostil, por haber encontrado recientemente un bello lugar para quedarse, más arriba de Las Cuibas, justo en el sitio donde ayer se paró su corazón.

No sé qué decir en estas ocasiones. Pienso que uno puede ser fácil presa de una retórica al uso, que con seguridad Arnaldo Acosta Bello no merece. No se avenían con él ciertos patetismos a los cuales solemos entregarnos cuando se trata de hablar de un amigo que ha muerto de improviso. Era poco dado a las candilejas. Prefería el bajo perfil, la buena sombra y el discurrir íntimo de una conversación con un amigo o la charla con algún desconocido en el mercado acerca de las previsibles excelencias de un róbalo que pensaba preparar para el almuerzo. Era un apasionado de los sentidos. Su obra literaria así lo revela. Allí es donde debemos comenzar a constatarlo y, por supuesto, a descubrirle sus tesoros, mediante sedientas relecturas o lecturas primeras que sus libros esperan todavía. Porque todo hay que decirlo: Arnaldo, uno de los más prolíficos de su generación, es también uno de los menos leídos. Acercarse a su libro de memorias La confusión del Rey Esmeralda será asistir con él a la estupenda recreación de una experiencia donde se dio por entero, con su espíritu de hombre libre, su talante sin dogmas y su pasión auténtica por la vida y por literatura.

Su afán de no protagonizar la habitual rutina de la actividad de un escritor (conferencias, lecturas, bautizos de libros, etc.) muy pronto iba a ser interrumpido. Había aceptado la proposición de la Dirección de Literatura del Conac de presentar su libro Adiós al Rey en algunas ciudades del país. También preparaba su primera conferencia. Se trataba de unas reflexiones sobre la soledad del hombre, a partir de la obra de Albert Camus. Para ello hacía lecturas y anotaciones.

Arnaldo Acosta Bello, como escritor que muere luchando por el poema de siempre, deja, desde luego, importante obra inédita. Dentro de ella, un libro de poemas titulado Santa Palabra, quizá sea su verdadero testamento literario. Porque me confió los originales, algunos para su publicación en una revista, me permito leerles este poema que no es otra cosa que una despedida:

SE LO QUE DIGO

El que no me ha ayudado a vivir

Tampoco me ayudará a morir.

No hay que prolongar este adiós.

Estoy cerca, iré a encontrar

Lo desconocido, pero desde antes, desde que este viaje

Comenzó, he recibido mensajes. Cada estación

Del Planeta, cada paisaje, cada camino

Y recodo los he recorrido no sé cuántas veces.

¿Podría extraviarme conociendo la ruta

Y reinsertarme en el tiempo como un borracho

En su desvarío?

¿Será la amapola la única flor

y el pentotal la única puerta detrás de la cual

se halla el Paraíso? ¡Paraíso! Hoy estuve tan cerca,

casi me dio en la cara esa rama de donde el viento

arrancó mis pestañas y aunque los ojos están

en su puesto, evito la existencia, evito mirar

hacia atrás, no sé, hay algo que no cuadra,

algo que es la abyección de lo que amaba

y no me sostiene, no puedo pisar.

Sé lo que digo, pero no digo lo que sé,

Debo llevarme algo y es eso precisamente

Lo que debo llevar

(A Manuel Caballero, a Freddy Castillo Castellanos)

Poco antes de que el cuerpo de Arnaldo Acosta Bello se alejara de Barquisimeto con rumbo definitivo hacia Caracas, un amigo suyo, Jesús Enrique Barrios, recordó unos versos de Vicente Aleixandre: `Con dignidad murió. Su sombra cruza`. Seamos dignos de esa dignidad. Seamos dignos de esa sombra que hoy nos cruza”.

Caracas, 12 de junio de 1996

Friday, April 14, 2006

Un soneto de Picón Salas

Rothko

14-04-06: Viernes Santo. Todavía no son las ocho de la mañana. Persiste la llovizna sobre la ciudad. Releo páginas de la biografía de Picón Salas escrita por Consalvi. ¡Qué feroces los católicos de entonces! Le hicieron imposible la vida a Picón Salas en la Caracas del año 36. Fanáticos, desde las páginas de La Religión (“amable y franciscano”, llamó con ironía el ensayista al diario católico) los curas franquistas la emprendieron contra la política educativa que proponía Picón Salas. Así, se enfrentaron groseramente a la calificada misión chilena que, traída por el merideño, daría nacimiento al Pedagógico. Fue tanto el encono contra ellos que los cultos chilenos llegaron a preguntarse: “¿Pero es ésta la patria de Andrés Bello?”. Entre los miembros de esa misión estaba el poeta Humberto Díaz Casanueva, quien pocos meses después habría de sentir en Europa la genuina solidaridad de su amigo Mariano Picón Salas, enviado como encargado de negocios a Checoslovaquia, después de que la campaña de los caníbales ensotanados hiciera su efecto en el gobierno. Pero la insidia católica no cesó y de ese cargo diplomático el escritor sería destituido al poco tiempo, no quedándole otro camino que regresar al generoso Chile...

Pasan las páginas (y los años) y ahora me topo de nuevo con uno de los Tres sonetos del desengaño, de Picón Salas. Lo copio:

Señora Muerte, ya a su cita acudo./ Caballero formal, pago promesa/ y lanzo con alegre ligereza/ en la apuesta final mi último escudo.// ¿Por qué, si convidado de su mesa/ me ofrece Su Merced, trato tan rudo/ un pan de piedra en la vecina huesa,/ para el largo dormir, lecho desnudo?// Lánguida hiedra o ácida retama/ aquí la nada empieza y voy con ella,/ roto muñón o desgarrada rama.// Hundo en arena la cansada huella/ ingrávido en la lengua de la llama/ volar quisiera a la lejana estrella”.





"Cada 14 de abril se le derraman dos lágrimas" (Serrat)


María Zambrano

A diferencia de la "muchacha típica" de Serrat, a la que cada 14 de abril se le derramaban dos lágrimas, María Zambrano siguió celebrando la primavera republicana. Hoy recuerdo nuevamente su bellísimo artículo sobre "aquel 14 de abril". Lo copio:

¡Salud y República!

Aquel 14 de abril

MARÍA ZAMBRANO

Fue tan hermoso como inesperado: salió el día en estado naciente; es decir, nació. Solamente por eso, aunque hubiera nacido otra cosa –hermosa, se entiende–, también ella tendría un inmenso valor.

En el himno de Homero, Afrodita se hace merecedora de ese mismo epíteto: “La Naciente”. Así es llamada. Y de Afrodita fue aquel día, un día naciente, donde todo nació: hasta el día, hasta las nubes, hasta la gente.

Pasaban guardias civiles llevados a hombros por el pueblo, por las gentes del pueblo de Madrid, y ellos eran felices. Los rateros se declararon en huelga; no hubo un solo hurto, por pequeño que fuera. Las personas entraban en los bares, donde pedían y pagaban; nadie intentó tomarse ni siquiera un café sin pagar. Las joyerías estaban intactas, con sus alhajas resplandecientes; nadie pensó en romper los cristales, nadie pensó en romper nada.

Creo yo que era la claridad del día. Pero si esa claridad del día se dio precisamente el 14 de abril, y si lo que nació de ese día naciente fue la República, no puede ser por azar. Fue, pues, un nacimiento y no una proclamación . Y de ese día naciente recuerdo en especial un episodio.

Las gentes sólo pensábamos –es muy cursi, lo sé, pero es verdad– en amarnos, en abrazarnos sin conocernos. Llorábamos de alegría, unos y otros, en la Puerta del Sol. Yo estaba allí cuando llegó Miguel Maura, cuando entró en el Ministerio de Gobernación. El edificio se había ido llenando de gentes, como convocadas por una especie de corona de nubes que se había ido formando en el cielo.

Era una hermosísima corona, tan hermosa que, una vez vista y contemplada, hace imposible aceptar ninguna otra corona. Se hizo sola, con esas nubes de abril que son un poco hinchadas, pero contenidamente; un poco rosadas, pero contenidamente.

Era algo tenue e indeleble a la par, algo inolvidable siendo tan leve, tan sostenido que no se sabe qué esfera celeste tenía que ser, y, de no ser celeste, lo más cerca que en este planeta puede haber de celeste.

Florecieron las banderas republicanas, florecieron no se sabía desde qué campo de amapolas o de tomillo. Hasta había perfume a campo, a campo de España. Y, entonces, todo fue muy sencillo: Miguel Maura avanzó con la bandera republicana en los brazos. La llevaba tiernamente, como se lleva un depósito sagrado, un ser querido. La desplegó y dijo simplemente: “Queda proclamada la República”. Fue un momento de puro éxtasis.

Unas horas más tarde, no muchas, mi hermana Araceli, junto con su marido, con mi padre y conmigo, fuimos a Telégrafos. Entraron los hombres para poner algunos telegramas, y nos quedamos mi hermana y yo, solas, en la plaza donde no había nadie, debajo, por azar, de un reverbero blanco de luz, de una blancura incandescente, de una blancura que yo nunca más he vuelto a ver.

Llegó un grupo de hombres, de indígenas, de gente de aquí, salida, como salía todo en aquel momento, de una tierra feliz, de una tierra que estuviese comenzando a salir de la maldición bíblica, si es que de verdad nos han dicho aquello de “parirás con dolor”. Parecía que ya la tierra no tendría que parir nunca más con dolor, sino con gloria, y que todo sería amor, unión entre el cielo y la tierra. Y llegaron aquellos hombres pequeñitos, españoles, indígenas. Vinieron hacia nosotras, hacia mi hermana y hacia mí, con esa timidez que tienen todos los seres que nacen como es debido y, al mismo tiempo, llenos de confianza.

Éramos señoritas. Íbamos vestidas de señoritas. Mi hermana todavía podía pasar, pues llevaba un abrigo rojo, que ella no se encargó para la ocasión. Pero yo iba de azul celeste, color nada revolucionario. Y se acercaron casi como de puntillas, y, mirándonos, nos dijeron: “¡Viva la República!” Y nosotras, con alegría, y dándoles más espacio de cordialidad y de entendimiento, contestamos. Entonces volvieron a decirlo cada vez con mayor júbilo, al ver que nosotras participábamos y nos uníamos a ellos a pesar, creo yo que pensarían, de ser dos señoritas.

Uno de aquellos hombres, que llevaba una camisa blanca, se destacó. Sería por azar, pero estaba colocado debajo del reverbero blanco; así que la blancura de su camisa era ultraterrena y, al mismo tiempo, terrestre, porque todo era así, nada era abstracto, nada era irreal, todo era concreto, real, vivo, la mismísima realidad, la felicidad.

Artículo publicado en “Diario 16” el 14 de abril de 1985, unos meses después de su regreso definitivo del exilio