Thursday, December 28, 2006
Tres libros de poesía y dos musas de Bouguereau
Tengo aún el grato recuerdo de tres libros de poemas que leí ayer: uno de Leonardo Ruiz Tirado (Fragmentos del libro del poeta perdido), otro de Caballero Bonald (Manual de infractores) y La certeza de Eloy Sánchez Rosillo.
Con el de Leonardo se trató, en verdad, de una relectura, una de esas relecturas que te permiten apreciar cosas que no viste antes. Creo que esta vez el libro del gordo me llegó al alma. Es, sin duda, un excelente libro. Concluye con un poema que es un juego, que es un viaje por la palabra y por su vida, por su vida que es la poesía. Por cierto, el “libro perdido” al que alude Leonardo en la presentación lo tengo actualmente yo. Alguna vez estuvo en el CONAC y no sé por qué razón pasó a las manos de José Luis Ochoa. Después de pedírselo muchas veces, hace poco más de un mes el maestro Ochoa me lo entregó. Todavía no le he dicho a Leonardo que si bien el poeta sigue “perdido” (como debe ser), el libro ya apareció.
(...)
Como siempre, la poesía de Caballero Bonald me atrapó. Tiene un talento descomunal para la precisión no previsible, para el adjetivo inusitado, para la aclimatación poética de algunos vocablos aparentemente extraños a la lírica (“necios contiguos”, “espejo judicial”, “aguas insurrectas”, “oficio pasional de clandestino”, “tramita este poema”). Caballero Bonald tiene ya ochenta años y sigue siendo un hedonista, un gran poeta y un libertino. Lo recuerdo una noche de diciembre del 2001 en un bar de Madrid, frente a la plaza de Santa Ana. Quise acercármele, pero no lo hice. Siempre me arrepiento de mi timidez en esas ocasiones. Yo estaba con Méndez Guédez bebiendo vino en ese bar, después de un recorrido vespertino con Cuchi y Martín. El recorrido había consistido en un tour por los topónimos madrileños de Sabina y necesitábamos rioja para recuperarnos. Creo que Juan Carlos me instó en algún momento a abordar al poeta pero yo me hice el loco. Leyendo ahora su formidable Manuel de infractores ratifico cuanto dije en un breve poema que le dediqué en los ochenta...
Con Eloy Sánchez Rosillo no hay nunca decepción. Es una voz eterna: la de un hombre que respira poesía y mira poesía por todas partes. Me gustó muchísimo su retorno a Murcia, en tren, desde Madrid. Está en el poema Un regreso. El poeta ve desde la ventana del Talgo “las metafísicas llanuras de la Mancha” y siente que la tarde es hermosa y que está feliz por ella y por los versos que ese viaje y esa tarde le acaban de dictar.
(Entrada del 19-11-06. Diario de FCC. La imagen de Bouguereau se la debemos a Google)
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