Wednesday, October 17, 2007

"El aluvión zoológico"

"Profanaron la Plaza de Mayo los cabecitas negras. ¡Qué horror!"
"Yo te daré,/ te daré, Patria hermosa,/ te daré una cosa,/ una cosa que empieza por P:/ ¡Perón! "


La irrupción del pueblo el 17 de octubre de 1945 en Buenos Aires fue calificada por los racistas de siempre como "el aluvión zoológico". Para otros, fue la entrada de las multitudes argentinas en la historia. Lo cierto es que el 17 de octubre fue realmente una fiesta inolvidable. Uno de mis escritores predilectos la llamó "la fiesta del monstruo". Nadie es perfecto, ni Borges.
Desde el balcón de la Casa Rosada dijo Perón:
"Esta es la verdadera fiesta de la democracia, representada por un pueblo que marcha a pie durante horas, para llegar a pedir a sus funcionarios que cumplan con el deber de respetar sus auténticos derechos".
Otro gran escritor cuando vio pasar a la multitud desde su casa, se vistió apresuradamente, bajó a la calle y se sumó al pueblo que avanzaba rumbo a la Plaza de Mayo. Me estoy refiriendo a Leopoldo Marechal, quien narró así ese momento histórico:
"Vi, reconocí y amé los miles de rostros que integraban la multitud: no había rencor en ellos, sino la alegría de salir a la visibilidad en reclamo de su líder. Era la Argentina ´invisible´que algunos habían anunciado literariamente, sin conocer ni amar sus millones de caras concretas, y que no bien las conocieron les dieron la espalda. Desde aquellas horas me hice peronista"

Thursday, October 04, 2007

Modottísima

Tina Modotti en la UNEY, gracias a los estudiantes de Diseño

No me siento agobiada, nunca me he sentido agobiada, pese a las derrotas y las pérdidas. Hoy debería tener algún temor, pero, como se sabe, con el comandante Carlos "no hay miliciana con miedo". Las comunistas estamos curadas de espantos y sabemos fotografiar en todas partes y ser fotografiadas idem.
Francisco Franco y sus "nacionales" han cruzado ya ominosamente el Puente de los Franceses. La muerte acecha y domina y yo volveré a ser sobreviviente y refugiada.
Llena de mí, sitiada en mi epidermis por un dios inasible que me ahoga, mentida acaso por su radiante atmósfera de luces, ahora voy a liberarme para siempre en el cuarto oscuro de Edward Weston.
Pablo, ve, toma la pluma y escribe: "Tina Modotti ha muerto"