Thursday, January 02, 2014

Una canción de Paz para Negrete

María Elena Marqués. Fue Ana María en El rebelde y Marisela en Doña Bárbara


Con motivo del centenario de Octavio Paz, seguramente este año tendremos ocasión de encontrarnos, no sólo con nuevas ediciones de sus libros, sino también con numerosos estudios que incrementarán la ya abundante bibliografía sobre su obra. Hará unos dos meses me referí a esa fiesta editorial que se avecinaba, y que, presumo, debe haber comenzado en estos días. De seguro habrá valiosos aportes, pero también los inevitables engaños que este tipo de celebraciones trae aparejados. Algunos tratarán de vender como inédito lo que no lo es o de “hinchar el perro” a propósito de una anécdota o episodio menor en la vida del homenajeado. Confieso no estar a disgusto cuando se trata de lo último, siempre y cuando haya gracia en el relato o una prosa capaz de bastarse a sí misma, lo que, desde luego, es mucho pedir, aunque sepamos que las hay.

Con Borges ha pasado que algunos, un tanto ahítos, claman porque no aparezcan  nuevos libros con el título “Borges y….”. Se refieren, por supuesto, a la interminable lista de ensayos tipo “Borges y la geometría” o “Borges y el campo de Higgs”, no menos frecuentes que los relativos a sus viajes o sus novias. Ciertamente no toda esa oferta es deleznable, ni menos aún, engañosa. Es más, hay algunos trabajos muy interesantes, como el realizado por Martin Hadis, sobre la lápida de Borges. Hadis no se limitó a descifrar el texto que aparece en la tumba de Plainpalais, sino que supo asociarlo con la obra y vida del escritor, iluminando algunas zonas borgeanas no tan apreciables a primera vista.

Se me ocurre que en el caso de Paz podría sugerírsele a quienes están dentro del negocio editorial, la búsqueda de ciertas “curiosidades”. Les propongo, por ejemplo, indagar sobre una que no es de difícil documentación. La refiere deliciosamente Enrique Krauze en el ensayo biográfico sobre su maestro, incluido en el libro “Redentores”. Se trata de Octavio Paz como autor de diálogos y de letras cantadas por Jorge Negrete en la película “El rebelde”. En los créditos del film podemos ver el nombre del futuro Premio Nobel, así como el de su amigo Jean Malaquais, el escritor trotskista a quien le correspondió hacer el guión a partir de una obra de Pushkin. Vi esta mañana la película y pensé que, además del beneficio económico que les supuso a ambos ese trabajo, debieron haberlo disfrutado, poniendo cada uno algo de su gusto estético con el afán de hacerlo bien.

Estimo que Krauze tiene razón cuando afirma que la letra de la canción que Negrete le canta desde una ventana a su novia (María Elena Marqués), es de innegable factura paciana. Krauze cita dos estrofas:

No te miro con los ojos,
cuando los cierro te miro
y en mi pecho te aprisiono
con cerrojos de suspiro.

Nunca mis labios te nombran,
tu nombre son los latidos
y sus sílabas la sangre
de mi corazón partido”.

Tal vez valga la pena revisar otras letras y diálogos de la película. Quizá encontremos en ellos algún vestigio de lo que Krauze llama “la marca poética de Paz”. Yo creo percibirla en los dos primeros versos de la canción citada y en las sílabas del nombre de Ana María.

No debemos pasar por alto la presencia de Jean Malaquais, pero eso sería tema para otro libro: el de Paz y sus amigos trotskistas. Así que cerremos esto de los “curiosidades” con otro dato cinematográfico que supe por Guillermo Sheridan y que por ahora apenas me sirve para decir que no sólo Alvaro Mutis ejerció ese oficio: la voz de Octavio Paz aparece en la versión doblada al español de la película “María Antonieta”, protagonizada por Norma Shearer y Tyrone Power. Paz hizo el trabajo en 1945, en Nueva York. Dice Sheridan que con los honorarios se pudo comprar un abrigo.

Escuchemos a Negrete y veamos la escena:

http://www.youtube.com/watch?v=zwDnEPO1ZGg