María Elena Marqués. Fue Ana María en El rebelde y Marisela en Doña Bárbara
Con motivo del centenario de Octavio Paz,
seguramente este año tendremos ocasión de encontrarnos, no sólo con nuevas
ediciones de sus libros, sino también con numerosos estudios que incrementarán
la ya abundante bibliografía sobre su obra. Hará unos dos meses me referí a esa
fiesta editorial que se avecinaba, y que, presumo, debe haber comenzado en
estos días. De seguro habrá valiosos aportes, pero también los inevitables
engaños que este tipo de celebraciones trae aparejados. Algunos tratarán de
vender como inédito lo que no lo es o de “hinchar el perro” a propósito de una
anécdota o episodio menor en la vida del homenajeado. Confieso no estar a
disgusto cuando se trata de lo último, siempre y cuando haya gracia en el
relato o una prosa capaz de bastarse a sí misma, lo que, desde luego, es mucho
pedir, aunque sepamos que las hay.
Con Borges ha pasado que algunos, un tanto
ahítos, claman porque no aparezcan
nuevos libros con el título “Borges y….”. Se refieren, por supuesto, a
la interminable lista de ensayos tipo “Borges y la geometría” o “Borges y el
campo de Higgs”, no menos frecuentes que los relativos a sus viajes o sus
novias. Ciertamente no toda esa oferta es deleznable, ni menos aún, engañosa.
Es más, hay algunos trabajos muy interesantes, como el realizado por Martin
Hadis, sobre la lápida de Borges. Hadis no se limitó a descifrar el texto que
aparece en la tumba de Plainpalais, sino que supo asociarlo con la obra y vida
del escritor, iluminando algunas zonas borgeanas no tan apreciables a primera
vista.
Se me ocurre que en el caso de Paz podría
sugerírsele a quienes están dentro del negocio editorial, la búsqueda de
ciertas “curiosidades”. Les propongo, por ejemplo, indagar sobre una que no es
de difícil documentación. La refiere deliciosamente Enrique Krauze en el ensayo
biográfico sobre su maestro, incluido en el libro “Redentores”. Se trata de
Octavio Paz como autor de diálogos y de letras cantadas por Jorge Negrete en la
película “El rebelde”. En los créditos del film podemos ver el nombre del
futuro Premio Nobel, así como el de su amigo Jean Malaquais, el escritor
trotskista a quien le correspondió hacer el guión a partir de una obra de
Pushkin. Vi esta mañana la película y pensé que, además del beneficio económico
que les supuso a ambos ese trabajo, debieron haberlo disfrutado, poniendo cada
uno algo de su gusto estético con el afán de hacerlo bien.
Estimo que Krauze tiene razón cuando afirma que
la letra de la canción que Negrete le canta desde una ventana a su novia (María
Elena Marqués), es de innegable factura paciana. Krauze cita dos estrofas:
“No te
miro con los ojos,
cuando los
cierro te miro
y en mi
pecho te aprisiono
con
cerrojos de suspiro.
Nunca mis
labios te nombran,
tu nombre
son los latidos
y sus
sílabas la sangre
de mi
corazón partido”.
Tal vez valga la pena revisar otras letras y
diálogos de la película. Quizá encontremos en ellos algún vestigio de lo que
Krauze llama “la marca poética de Paz”. Yo creo percibirla en los dos primeros
versos de la canción citada y en las sílabas del nombre de Ana María.
No debemos pasar por alto la presencia de Jean
Malaquais, pero eso sería tema para otro libro: el de Paz y sus amigos
trotskistas. Así que cerremos esto de los “curiosidades” con otro dato
cinematográfico que supe por Guillermo Sheridan y que por ahora apenas me sirve
para decir que no sólo Alvaro Mutis ejerció ese oficio: la voz de Octavio Paz
aparece en la versión doblada al español de la película “María Antonieta”,
protagonizada por Norma Shearer y Tyrone Power. Paz hizo el trabajo en 1945, en
Nueva York. Dice Sheridan que con los honorarios se pudo comprar un abrigo.
http://www.youtube.com/watch?v=zwDnEPO1ZGg