Sunday, September 23, 2012

DOMINGO ALBERTO RANGEL (1923-2012)

Un libro de Domingo Alberto Rangel del año 1958
 
Creo que una de las fidelidades que mantuvo hasta el final, fue la de la escritura. Una pluma que no cesaba ni daba cuartel. Otra de sus fidelidades fue la izquierda. Alguien dijo alguna vez que Domingo Alberto estaba a la izquierda de sí mismo. Abstracción hecha de las intenciones de quien la dijo, esa frase se escapa de su contexto original y podría servir -digo yo- para darle alguna pincelada al retrato que con admiración habrá de hacerse de este inteligente, radical, polémico y honesto hombre de la política venezolana que hoy se fue.
 
Para mi generación su presencia es imborrable. No se me olvida jamás una frase suya, cuando salido de la cárcel, en los años sesenta, respondió con ella una pregunta acerca de la derrota de la izquierda en ese tiempo de enfrentamientos armados. Creo que esa frase definió su destino político. Dijo: “Yo casi venero al Napoleón de la retirada de Rusia, no así al emperador victorioso de Jena o de Wagram”.

Fiel a sus ideales, pese a las derrotas y las tempestades, Domingo Alberto Rangel, prodigó en todos los terrenos, con elocuencia y brillantez, su libertad intelectual.

Que en paz descanse.

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Sunday, September 02, 2012

VIDA DIARIA



A.E. Housman


Corre entre las hojas la mañana. La he visto un instante detenida en la página, ensimismada y sola. Es de hoy, pero también de ayer. Tan lejos y tan cerca de estas manos que de nuevo intentan escribirla. Mientras su luz avanza sala adentro, en diez versos nítidos de Housman encuentro descifrada la costumbre de darle a la memoria matinal una fluidez serena y límpida. En pausa la palabra y su fervor, los pájaros, las puertas y la vida. Corre entre las hojas la mañana.

Saturday, September 01, 2012

UNA OCTAVIANA




Esta es una octaviana, tomada de un texto autobiográfico en el que Octavio Paz toca la semilla de su pasado en claro, de su inmenso pasado en claro:


BUSQUEDA Y VACIO

I

Me veo,

mejor dicho, veo una figura borrosa,

bulto infantil perdido

en un sofá inmenso de gastadas sedas.

Deben ser las cinco de la tarde. El bulto llora.

Desde hace siglos llora y nadie lo oye.

Sólo él escucha ese llanto extraviado

en el mundo,

familiar y remoto.


II

Instante interminable:

oírse llorar cuando nadie te oye.


III

Sin duda mi madre me calmó,

Pero la sensación persiste.

No se ha borrado ni se borrará.

No es una herida.

Es un hueco que toco.


IV

Esa tarde descubriste tu ausencia.

Sólo eres búsqueda y vacío.