Alfredo Marcano
Mariano Alvarez me despertó esa mañana, tal como lo habíamos convenido. Digo Mariano y no Marianito porque el cómplice de mi madrugón de ese día de julio del 71 fue realmente el padre del gran actor homónimo. No recuerdo, por cierto, si éste se levantó igual que nosotros a ver la pelea. Seguramente no. Otras agonísticas ocupaban sus sueños. Lo cierto es que ahora me veo, frente al televisor, sufriendo con el viejo Mariano, en la quinta San Eugenio de la calle Motatán, en Colinas de Bello Monte. Nuestro campeón estaba perdiendo ostensiblemente la pelea. Y casi llorábamos. Sabíamos que para ganar en Tokio había que hacerlo por nocaut y tal como iban las cosas esa posibilidad era imposible. Pero de repente se desató una furia invulnerable y no hubo fuerza humana ni divina que la detuviera. Bruscamente se voltearon los papeles y la contundencia letal del venezolano hizo estragos en el japonés Kobayashi. Golpe a golpe. Verso a verso. El cumanés ese día era un orfebre.
La increíble recuperación de Alfredo Marcano hizo que no sólo Cumaná estallara en gritos. Todo el país festejó al unísono. Creo que nada más emocionante ha ocurrido en la historia del boxeo venezolano. Mariano y yo la vimos, sin saber aún que contemplábamos una maravilla histórica, que asistíamos a una apoteosis nacional del ring. También nosotros saltamos de nuestras sillas y nos abrazamos cuando se produjo el glorioso desenlace: Alfredo ave fénix, Alfredo Marcano resurrecto, devolviéndonos el orgullo de ser fanáticos de un deporte que poco después comenzaría a tener muy mala prensa. Ese año no, por supuesto. Como recordarán algunos, 1971 fue el “annus mirabilis” del boxeo criollo. Fue la época en que anduvimos por el mundo exhibiendo los cinturones de cuatro campeones mundiales.
No existe euforia deportiva que recuerde con mayor nitidez. Sé que muchos venezolanos vivieron igual que Mariano Alvarez Perera y yo esa límpida madrugada. Pero también, sé que hoy en día, casi nadie la conoce. Y lo que es peor: que quienes supieron de ella, ya no la recuerdan con la sensual vivacidad que merece ese inmenso momento de la patria. Así pasa en estas tristes comarcas de la desmemoria. Y pasa también con un deporte que pocos seguimos amando con fervor.
Hoy nos llega la mala nueva de que Alfredo Marcano ha muerto en Cumaná, su tierra de abolengo inigualable. Desde la UNEY, que orgullosa lo albergó unas horas, se nos ocurre citar los demoledores versos de un tango:
“Hay veces que la vida te desploma/ con un gancho de izquierda justo al alma…”
2 comments:
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entonces se te agradece el rememorar esa hazaña, ahora soy uno mas que la recordará y que en su momento la repetirá para que no caiga en el olvido...
gracias...
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Gracias, Nano, por tu comentario.
Saludos
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