Juan Ramón Jiménez
Jiménez podía ser pájaro y árbol a la vez (y lo era, en verdad), sin dejar de ser palabra, porque palabra era antes que todo.
Jiménez creía en la poesía, pero no se quedaba en ella. Eso sí, volvía de inmediato, lleno de nombres.
(Llega hoy el verano a otras tierras. Atisbos suyos hay sobre mi mesa).
Jiménez pidió dejar las puertas abiertas de su casa una noche, por si acaso “Él” quería entrar:
“Dejad las puertas abiertas,/ esta noche, por si él/ quiere, esta noche, venir,/ que está muerto.// Abierto todo,/ a ver si nos parecemos/ a su cuerpo, a ver si somos/ algo de su alma…”.
Que entre ligero.
No comments:
Post a Comment