Thursday, October 11, 2012

ERIC HOBSBAWM Y EL EMPERADOR ELECTO

BOUGUEREAU. Napoleón III visita a las víctimas de la inundación de Tarascon
 
Murió el pasado 1 de octubre, después de haber vivido casi un siglo. Como se sabe, fue un gran historiador marxista, con una amplia y rigurosa obra en la que no faltan sinceras páginas autobiográficas y polémicas. Nació el mismo año de la Revolución Rusa (1917) en el seno de una familia judía que pasó de Viena a Berlín y de Berlín a Londres, donde se convirtió en un intelectual británico comprometido con el comunismo, sin ceguera frente a sus perversiones, aunque algunos echemos de menos un deslinde mucho más tajante con lo abominable.

Más observador político que activista, Hobsbawm aceptó la idea de su amigo Pierre Bourdieu de que el trabajo que ambos hacían estaba más cerca del oficio del artista que de la rutina académica. Sintió el gusto de ser historiador y ese placer se nota en sus espléndidos estudios, en los cuales los fríos datos científicos cobran vida. Escribió con gracia y fue fiel a sus sueños políticos y sociales, que para muchos contemporáneos suyos, en concretos lugares del mundo, terminaron siendo pavorosas pesadillas...

Hace un momento abrí su libro La era del capital (1848-1875) y encontré subrayado un párrafo sobre la elección de Luis Napoléon. Lo comparto aquí y ahora:

"....si bien Luis Napoleón jamás olvidó las ventajas políticas de un sufragio universal bien dirigido que volvió a introducir, pronto abolió la República y se hizo a sí mismo emperador. Iba a ser el primero de los modernos jefes de estado que gobernara no por la mera fuerza armada, sino por esa especie de demagogia y relaciones públicas que se manipulan con mucha más facilidad desde la jefatura del estado que desde ningún otro sitio. Su experiencia no sólo demostró que el ´orden social´ podía disfrazarse de forma capaz de atraer a los partidarios de la ´izquierda´, sino que, en un país o en una época en la que los ciudadanos se movilizaban para participar en la política, tenía que enmascararse así.”

Un tema, sin duda, sobre el cual no es conveniente incurrir en vicios de modernidad. La cita, nada sibilina, como alguno podría pensar, es una invitación para leer a Hobsbawm, con la curiosidad y el rigor que su obra demanda.

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