Sunday, April 09, 2006

Anotaciones para la comprensión de Venezuela


Mariano Picón Salas

Una referencia de Carrera Damas me impone la búsqueda del “Mariño” de Caracciolo. Una página de Consalvi me lleva a otra de Augusto Mijares sobre los gendarmes. Una frase de Mijares me conduce a Antonio Arráiz. Y una de éste a Enrique Bernardo Núñez. Paso de los ensayos a la narrativa y de ésta a la poesía. Así, de Armas Alfonzo voy a Ramón Palomares y la poesía termina llevándome al mágico lugar de los geógrafos donde encuentro un mapa iluminado por Marco Aurelio Vila. Y ahí me detengo por ahora...

...y hago anotaciones desde Lara, desde el soberbio soneto de Luis Beltrán Guerrero (Por suave loma y calva serranía/ implorando bautismos celestiales:/ Crisma de brisas, yodo, hielo y sales:/ copa de espinas, bastos de agonía.// Madera la cruz, cirio del día/ velando los occiduos funerales,/ sebastián de los santos vegetales/ cuyo martirio mismo es alegría.// Nunca fuera tu amor decepcionado/ porque así la conoces y la quieres:/ pobre, dura y reseca, allí plantado;// ni el dolor del cilicio exasperado,/ al hombro las saetas, y no hieres,/ cardo benigno del terrón soleado”; desde el río Morere, que se seca, si el verano es dilatado, según dijo Oviedo y Baños y repitió Luis Alberto Crespo en su inolvidable primer libro.

Desde el Turbio de Lope de Aguirre, y bajo los cielos de Guachirongo que son ahora los cielos de José Luis Ochoa, escribo.

Escribo desde El Tocuyo, desde el siglo XVI y desde algún verso de Alcides Losada grabado en la ciudad de piedra. Y la palabra de Alcides me lleva al Valle de las Damas y me topo allí con la poesía de José Parra y con alguna descripción de Federman.

Entre los dioses vegetales del Yaracuy leo a Jiménez Sierra cuyos versos había traído en mi mapire de la Casa de las Letras desde Atarigua, la sumergida.

Escribo ahora desde la geografía espiritual de Felipe Massiani.

Escribo desde la geografía trashumante de la copla popular: “Yaracuy es tierra buena/ pero no para vivir./ Barquisimeto y Carora, para dentrar y salir”.

Escribo desde Puerto Cabello, pero antes lo había hecho desde El Cambur, pueblo de mujeres de vida alegre que gravitan espectrales en unos versos memorables de Alejandro Oliveros (“Al puerto se llega, por tierra, desde/ Valencia, después de hacer pie en El Cambur,/ sitio de mujeres de vida alegre,/ y en El Palito, donde el océano rompe/ contra una negra piedra que, se dice,/ viene a ser morada de monstruos”.

Cuando escribo desde Puerto Cabello lo hago al pie de una página del Cumboto de Díaz Sánchez. Una pareja de cantantes españoles y su hija me saludan en el Hotel Cumboto.

Escribo después desde Valera, desde mi Valera remota de los sesenta. Estoy frente al hotel Haak. Veo una montaña. Balbino abre la puerta de la camioneta. Sigo viendo la montaña pero no tengo ni idea de que estoy viviendo un poema y haciendo de Valera una imagen imborrable.

Escribo interminablemente desde Cumaná. ¡Ay Cumaná quién te viera!. Te veo en la poesía de tus grandes, en la de Ramos Sucre y en la de Andrés Eloy. Te veo ver a Armando Zuloaga Blanco cayendo en tu calle larga. Te veo en los recuerdos de Arnaldo Acosta Bello, en las fabulaciones perdurables de Benito Yrady y en la narrativa universal del oriente que nos legó Alfredo Armas Alfonzo, fundador indiscutido del Unare.

Escribo desde Angostura. Desde las letras de Guillermo Sucre y de Luis García Morales, mientras los pájaros de Sanoja Hernández cantan febriles por toda la selva de Canaima.

Escribo desde Caracas. Son las siete de la mañana. Estoy en el apartamento de Luisana, en los Palos Grandes. Me asomo al balcón y desde un verso de Aquiles Nazoa digo: “Buenos días, señor Avila, ¿leyó la prensa ya?”.

(...)

1 comment:

Anonymous said...

Escribo este comentario desde la poesía de Gustavo Pereira.

Un abrazo

Julio