Saturday, September 28, 2013

Tesela


Córdoba. Foto: FCC. 2009.


Los poetas de Cántico me atraen.  Hace tres años busqué en Córdoba la calle de García Baena. Como tuve la suerte de que una vecina suya estaba entre mis anfitriones, supe el camino sin enredos. Me acerqué para contemplar la entrada de la casa e imaginarme al poeta descansando entre las fieles ramas. En mi retorno al hotel me fui diciendo aquel verso sobre la hermosísima ciudad de los omeyas: “No había más belleza en este mundo”. Y no la hay.  

Vi la casa de Ricardo Molina y en un recodo íngrimo escuché la música incesante de una fuente. Me asombré de nuevo ante la judería.  

Al caminar por la Plaza de la Corredera recordé a mis amigos Isabel y Adolfo Pérez y el compromiso contraído con ellos de comer en El Caballo Rojo, frente a la Mezquita. Apuré el paso.  

Eran días de salmorejo y Góngora. También de Cántico, y de algún Pedro Ximénez, porque todo hay que decirlo.

Fue uno de esos viajes inolvidables que hice gracias a mi amigo y maestro Miguel Rojas Mix. Se leía y se cantaba. 

Hoy Córdoba volvió en un epigrama. Y es que acabo de abrir un libro de Vicente Núñez y de él se ha escapado esta preciosa y pícara tesela:
 

“De pupitre en pupitre
-más veraz que nosotros-,
de aquellos dos mensajes
cruzados a hurtadillas,
reprodujo el secante:
oím roma, oím roma”.
 
 
(Vicente Núñez. Teselas para un mosaico, 1985)

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