Sólo dura cuarenta y cinco segundos y eso fue
suficiente para que entrara con honores en la historia del cine. Su tema: la
salida de los obreros de una fábrica. Harun Farocki afirma que, además de ser
lo que todo el mundo sabe (la primera película), es también la precursora de los videos de
vigilancia que hoy en día producen a ciegas y automáticamente imágenes para la
protección de la propiedad o la seguridad de los espacios.
Farocki, después de registrar la mayor cantidad
de variaciones del tema del film de los hermanos Lumière, llegó a la conclusión
de que, si bien la primera cámara del cine enfocó una fábrica, no ha sido éste
un lugar muy estimado por los cineastas. Entre las salidas de obreros que
encontró menciona un documental de 1934, en Berlín: los trabajadores de Siemens
salen de la empresa, formados en columnas, para sumarse a una manifestación
nazi. Otro, de 1964, en la República Democrática Alemana en el que se ve una
milicia de trabajadores saliendo de una fábrica, yendo a hacer ejercicios para
su entrenamiento militar. Dice Farocki que cuando la brigada cruza el portón,
“la fábrica parece un cuartel”. Y uno
más de 1975, en la otra Alemania, frente a los talleres de Volkswagen en Emden:
un dirigente sindical convoca a los obreros contra el traslado de la fábrica a
los Estados Unidos, mientras el altoparlante colocado en un vehículo emite
poemas de Maiakovski cantados por Ernst Busch. Este detalle le hace decir a
Farocki que la ruptura con el comunismo ha sido tal que los trabajadores ya “no
saben que en esas canciones resuena la Revolución de Octubre”.
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Con todo el material reunido el director alemán
armó una película que llamó, sin afán ninguno de originalidad, “Trabajadores
saliendo de la fábrica”. Lo hizo en 1995, exactamente cien años después del
film de los Lumière. Al concluir el suyo, a Farocki lo asaltó la idea de que el
cine había trabajo durante todo ese tiempo sobre un único tema. Lo dice así:
“Como si un niño repitiera la primera palabra
que aprende a decir durante cien años para inmortalizar la alegría de poder
hablar”.
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Varias cosas de la película de los Lumière llaman
la atención de Farocki. Las refiere en el último párrafo del texto que he
venido anotando y que forma parte de su libro “Desconfiar de las imágenes” (que
prologó, por cierto, Georges Didi-Huberman). Copio el párrafo completo, porque
es estupendo:
“En 1895, inmediatamente después de recibir la
señal de salida de la fábrica, los trabajadores y trabajadoras se arrojaron
hacia afuera, y si bien algunos se chocan en el camino y hay una mujer joven
que tira a otra de la falda justo un instante antes de separarse y alejarse
cada una en direcciones distintas (la mujer sabe que su compañera no se animará
a devolverle el tirón frente al ojo estricto de la cámara), el movimiento
general es ininterrumpido. Quizás ello se deba a que el objetivo principal era
representar el movimiento, probablemente
se estaba inaugurando allí un nuevo plano simbólico. Más tarde, después de
haber aprendido que las imágenes cinematográficas capturan ideas y son
capturadas por ellas, vemos que la determinación con que los obreros y las
obreras realizan sus movimientos tiene un carácter simbólico, que el movimiento
humano allí visible representa los movimientos ausentes e invisibles de los
bienes, el capital y las ideas que circulan en la industria”.
Ahora veamos la película y apreciemos lo que nos
ha dicho Farocki, así como a la obrera
que realizó el primer chiste en la historia del cine.
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