23-02-05:
Pavana para un infante difunto.
Para mí Cabrera Infante es una costumbre, así en la paz como en la guerra. Lo leo desde hace más de treinta y cinco años, con gusto, con admiración. Cuando fui a La Habana en el 2000 me hice una ruta mítica a partir de La Habana para un infante difunto. Me tomé una foto en Zulueta 408, aunque ahora no se encuentren allí ni el número ni el solar memorable de Cabrera. Hice mis cálculos y dictaminé cuál era el sitio buscado. “Debía estar aquí”, me dije y le pedí al taxista que me tomara la foto. Estábamos frente a un gimnasio de boxeo.
Mi visita al Parque Central, cercano a Zulueta 408 (que, por cierto, ya no se llama Zulueta, sino Agramonte) fue como entrar a la fotografía de Jesse Fernández que sirve de portada a La Habana... Poco me faltó para encontrarme con el otro fotógrafo, el viejo retratado por Fernández. Caminé por calles donde estaban algunos bares de Tres Tristes Tigres. Lezama y Cabrera Infante fueron mis guías en La Habana. De Trocadero al Malecón anduve haciendo de fetichista literario esa semana santa.
Mi homenaje habanero para Cabrera Infante: entrar a un solar para conocerlo. Eso hice una tarde de abril del 2000 en La Habana.
4 comments:
El mejor homenaje que podemos darle a Cabrera Infante es seguir denunciando los delitos de Fidel y su amiguito en Caracas.
De todos modos, los libros de GCI durarán más que los régimenes de esos dos caudillos.
Leerlo es el mejor homenaje. El resto es silencio.
De acuerdo.
El resto es silecio...
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