Un mexicano, por cuyos títulos hace poco pasó la vista de Guy Monod (no sé si lo recuerda) ha dedicado dos de sus excelentes libros de poemas a la maravillosa fiera. De uno de ellos tomo este texto:
"El tigre en celo
es como un pozo de semen,
como un brazo de río:
más de cincuenta veces en un día
copula y se descarga largamente en la hembra,
como un cielo encendido en éxtasis perpetuo,
una tormenta de erecciones.
Y la hembra que aúlla o vocaliza
con su voz de contralto,
cómica y dolorosa,
pornográfica y mártir,
espera al tigre que la ronda sin tregua
como una tea, como un astro poseído e hirsuto.
Las fieras se acarician, Rubén,
bajo las vastas selvas primitivas.
Es el gran circo del sexo
en inconsciente y arrobada
soledad acróbata.
Al alba, cuando las bestias lujuriosas duermen,
parece oler a sexo, también a carne macerada,
en dos kilómetros a la redonda
y un resplandor ligero emana de ese olimpo
en que la prole
del que podría preñar en horas a doscientas tigresas
es grandioso rescoldo y ya apaga
como un fuego de siglos,
cesa como un viento,
cede como un canto".
(Eduardo Lizalde, Caza mayor)
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