Hace pocos días se cumplieron 10 años de la muerte de Arnaldo Acosta Bello. Recuerdo que murió al final de una semana santa. Murió un sábado, para ser exacto. Yo lo había visto en la mañana frente al quiosko de Leo, en el centro comercial Río Lama. Arnaldo estaba dentro de su pequeño vehículo leyendo el periódico. Sé que minutos más tarde se iría para Terepaima donde participaba en una toma ecológica de unos terrenos. Alli, precisamente, moriría esa tarde. Era el 6 de abril de 1996.
Hace poco le comenté a Andrés Mejías la posibilidad de publicar en Monte Avila una antología de Arnaldo. Es cuestión de hablarlo con su hijo Federico. Que yo sepa, Arnaldo dejó dos libros inéditos (El hombre de arena y Santa Palabra) que podrían publicarse antes de la antología o incluirse en ella. No sé. Me gustaría saber la opinión de Rafael Cadenas. La obra de Arnaldo merece ser divulgada, revisitada y gustada de nuevo. El libro que Julio Miranda escribió sobre ella es una estupenda valoración de su calidad y de su temple. El pasado 6 no me acordé del aniversario de su muerte, pero sí lo recordé a él. Fue durante mi clase de El Valor de Educar. Mostraba el mapa del Estado Guárico y señalé a Camaguán. De inmediato dije que allí había nacido mi inolvidable amigo el poeta Arnaldo Acosta Bello.
Reviso viejos papeles y encuentro el artículo que escribí poco después de su muerte. En realidad, doy más bien con el texto que leí en Caracas en la librería de Monte Avila, con motivo del homenaje que le hizo el CONAC y de la presentación de Adiós al Rey. Claro, ese texto no es otra cosa que la reproducción del artículo que publiqué en El Impulso pocas horas después de la muerte de Arnaldo. Copio lo que leí en Caracas:
“Para quienes estuvimos cerca de Arnaldo Acosta Bello, es difícil, a escasos dos meses de su muerte, emprender una aproximación crítica a su obra o intentar un análisis más o menos académico acerca de la presencia de esa obra en la literatura venezolana. Tiempo habrá para que personas mejor dotadas que uno realicen esa necesaria lectura y le descubran al país la existencia de un tesoro con las pistas indispensables que ya nos deparó el excelente libro que Julio Miranda le dedicara a la poesía de Arnaldo Acosta Bello, mucho antes de su muerte, vale decir, cuando aún predominaba una injusta desatención a los trabajos de Arnaldo. Prefiero quedarme esta noche en la emoción y no se me ocurre para ello algo mejor que leerles el texto que escribí a las pocas horas de la muerte del amigo. Leo:
`Esta mañana recordé unos versos de Arnaldo que leí con verdadero deleite en el número dos de la revista Papeles. Fue en 1967. Un conjunto de poemas que luego integraría su libro Fuera del paraíso, sedujo de inmediato mi interés. Poco después me enteré de que no era yo el único lector entusiasta de esos poemas. Nada menos que Julio Cortázar proclamaría en carta dirigida a Ludovico Silva, que le habían gustado los mismos textos de Acosta Bello. Y no era para menos. El verso cargado de sensualidad, el brillo de las imágenes, cierto tono coloquial, un desenfado elegante, acaso un hermetismo que retaba nuestra curiosidad, algún misterio entrevisto en la primera lectura y no revelado en ninguna posterior, todo eso, me hizo repetir durante meses estos versos que, como dije, volví a recordar esta mañana frente al cuerpo de Arnaldo Acosta Bello en una funeraria de Barquisimeto:
Quien me hizo pez
hizo también el océano
y el cielo que me duplica.
Ambiguo y triste
a quién le importo si me aparto de los demás?
(...)
Arriba se cocina, se lee un libro,
pero abajo se ama y hay espacio para el gesto,
caminamos con un cuchillo a la cintura
nadie nos mira
y no pueden ver esta jalea tinta de besos
estos mordiscos feroces
y a ti dormida en mi pecho
silenciosa y siniestra como un barco encallado.
Desde esa lectura de Papeles busqué los libros del poeta. Así, logré obtener el inhallable Hechos, emblemático libro de los años sesenta, editado por el grupo Tabla Redonda, con ilustraciones de Ligia Olivieri. También di con el olvidado (por el autor, entre otros) Canto Elemental, correspondiente a su etapa de exilio mexicano en los cincuenta. Esperé con ansiedad Fuera del paraíso, finalmente aparecido en 1970 y lo convertí en mi compañero de viaje. Libro tras libro, fui haciéndome su amigo lejano, hasta que en 1980, en Mérida, tuve la suerte de conocerlo personalmente. Se inició entonces una amistad que agradezco como pocas, estrechada en los últimos años por su residencia en esta ciudad que, por cierto, ya le estaba resultando menos hostil, por haber encontrado recientemente un bello lugar para quedarse, más arriba de Las Cuibas, justo en el sitio donde ayer se paró su corazón.
No sé qué decir en estas ocasiones. Pienso que uno puede ser fácil presa de una retórica al uso, que con seguridad Arnaldo Acosta Bello no merece. No se avenían con él ciertos patetismos a los cuales solemos entregarnos cuando se trata de hablar de un amigo que ha muerto de improviso. Era poco dado a las candilejas. Prefería el bajo perfil, la buena sombra y el discurrir íntimo de una conversación con un amigo o la charla con algún desconocido en el mercado acerca de las previsibles excelencias de un róbalo que pensaba preparar para el almuerzo. Era un apasionado de los sentidos. Su obra literaria así lo revela. Allí es donde debemos comenzar a constatarlo y, por supuesto, a descubrirle sus tesoros, mediante sedientas relecturas o lecturas primeras que sus libros esperan todavía. Porque todo hay que decirlo: Arnaldo, uno de los más prolíficos de su generación, es también uno de los menos leídos. Acercarse a su libro de memorias La confusión del Rey Esmeralda será asistir con él a la estupenda recreación de una experiencia donde se dio por entero, con su espíritu de hombre libre, su talante sin dogmas y su pasión auténtica por la vida y por literatura.
Su afán de no protagonizar la habitual rutina de la actividad de un escritor (conferencias, lecturas, bautizos de libros, etc.) muy pronto iba a ser interrumpido. Había aceptado la proposición de la Dirección de Literatura del Conac de presentar su libro Adiós al Rey en algunas ciudades del país. También preparaba su primera conferencia. Se trataba de unas reflexiones sobre la soledad del hombre, a partir de la obra de Albert Camus. Para ello hacía lecturas y anotaciones.
Arnaldo Acosta Bello, como escritor que muere luchando por el poema de siempre, deja, desde luego, importante obra inédita. Dentro de ella, un libro de poemas titulado Santa Palabra, quizá sea su verdadero testamento literario. Porque me confió los originales, algunos para su publicación en una revista, me permito leerles este poema que no es otra cosa que una despedida:
SE LO QUE DIGO
El que no me ha ayudado a vivir
Tampoco me ayudará a morir.
No hay que prolongar este adiós.
Estoy cerca, iré a encontrar
Lo desconocido, pero desde antes, desde que este viaje
Comenzó, he recibido mensajes. Cada estación
Del Planeta, cada paisaje, cada camino
Y recodo los he recorrido no sé cuántas veces.
¿Podría extraviarme conociendo la ruta
Y reinsertarme en el tiempo como un borracho
En su desvarío?
¿Será la amapola la única flor
y el pentotal la única puerta detrás de la cual
se halla el Paraíso? ¡Paraíso! Hoy estuve tan cerca,
casi me dio en la cara esa rama de donde el viento
arrancó mis pestañas y aunque los ojos están
en su puesto, evito la existencia, evito mirar
hacia atrás, no sé, hay algo que no cuadra,
algo que es la abyección de lo que amaba
y no me sostiene, no puedo pisar.
Sé lo que digo, pero no digo lo que sé,
Debo llevarme algo y es eso precisamente
Lo que debo llevar
(A Manuel Caballero, a Freddy Castillo Castellanos)
Poco antes de que el cuerpo de Arnaldo Acosta Bello se alejara de Barquisimeto con rumbo definitivo hacia Caracas, un amigo suyo, Jesús Enrique Barrios, recordó unos versos de Vicente Aleixandre: `Con dignidad murió. Su sombra cruza`. Seamos dignos de esa dignidad. Seamos dignos de esa sombra que hoy nos cruza”.
Caracas, 12 de junio de 1996
6 comments:
Tus blogs son sensacionales
Sigo contemplando tus escritos!!
Hola Altazor:
Somos paisanos y por suerte amigos del entrañable Arnaldo Acosta Bello.
Ahora estoy lejos de mi Barquisimeto, en la Lejana Barcelona, España; y te puedo decir que aqui tengo como Libros de Cabecera su "Confusion del Rey Esmeralda" su "Adios al Rey", tambien su "Sereno Rey" ....!
Arnaldo, es para mi prescencia y sorpesa perenne, al descubrir y redescubrir silogismos, imagenes y sensaciones en sus palabras, leidas y releidas, es una generosa fuente de vivencias , colores, sabores , fragancias y sentimientos. Yo creo que incluso , me hecho fanatico de esa sensualidad abstrativa y construtiva que Arnaldo imprime naturalmente en sus palabras, es como mirar un caleidoscopio infinito de escenas que vienen y van, se hacen legibles temporalmente para volver a decirnos algo que luego podria ser ligeramente distinto, o no? , claro aquella que nos dice que el lector (perceptor)tambien interviene, Arnaldo es en ese y otros aspectos simplente "singular".
Así firmados y dedicados por él, estos cuadernos cada vez que los leo lo siento tan cercano e intenso, como cuando me los regaló (honor inmenso)para mi "un muchacho" . Una amistad que pese a la "brecha genracional" , (en la que obviamente el no creía) podíamos entablar una sabrosa discusion, musical o política. Primero fue amigo de mis padres y luego sin permitirnos darnos cuenta, de mí y mi mujer.
Quedamos "en deuda" pues nos preparó una tarde un Achsipado Cordero Relleno (receta de su amada Grecia), allá en su apartamento.
Se nos fué antes de que la réplica acordada fuera a mi casa, pues una cosa era estar en las de los viejos y otra , como él quería , en la mía.
Aquella Semana Santa cuando supe su muerte yo venia por carretera y ya lo estaban llevado a Caracas, en la casa no cabia tanta tristeza; se nos iba alguien indispensable, alguien que nos habia adpotado de alguna manera como su familia y al cual quizas no pudimos acompañar o enteder mejor, quizás agradecer en vida su presencia ,...Lo lloré por meses.
Nos quedan sus interminables y agradables y casi diarias tertulias en casa de mi viejos y su generosa sonrisa, su humor sarcástico, su gentil padrinazgo en mi matrimonio. Un año despues, fuimos a San Fernando y paramos Camaguán. Fué emocionante ver en aquellos paisajes colores olores y sabores la mezcla de de los cuentos de mi abuelo Juan Páez y del Arnaldo Joven , por suerte ellos "Paisanos" se pudieron conocer alla en Bqto.
Espero puedas hacer algo con Federico sobre los libros
Inéditos.
Estaremos pendientes; cualquier cosa aqui, (capital editorial del mundo hispanico) que esté a mi alcance , estoy a la orden.
Gracias por escibir este blog Maravilloso.
Ricardo Furiati P.
rfuriati@hotmail.com
si alguien requiere algo en que pueda ayudar: federicocracco@gmail.com. federico acosta c.
Buenas tardes, muy valioso e interesante su blog, muchas gracias.
Quisiera saber si sería usted tan amable de compartir conmigo el texto completo del poema del gran Arnaldo Acosta Bello que comienza:
"Quien me hizo pez
hizo también el océano
y el cielo que me duplica.
Ambiguo y triste
a quién le importo si me aparto de los demás?…"
Agradecido de antemano,
apaivab at gmail
Buenas existe el libro que dejo fue publicado por el Perro y la Rana no muy buena su edición pero esta, y para cualquier información sobre el escritor se puede consultar con cualquiera de sus hijos aquí os dejo información acosta_vladimir@yahoo.com Vladimir Acosta
alejandrinaacosta@gmail.com Titi Acosta
bebella0504@hotmail.com Anabel Acosta y ya cuentan con el correo de Federico que es uno de los hijos menores gracias por este blog y bellas notas sobre nuestro padre muy agradecida con todos vosotros
Anabel Acosta Pinto
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