Llueve con impudicia, con inusual descaro.
Por un instante creo que han retornado viejos relámpagos y que Barquisimeto, desmintiéndose, ha vuelto a ser un río de aguas claras.
Llueve para recordarnos que, nosotros, los de entonces, seguimos siendo los mismos.
Llueve para continuar la milenaria interrupción de una quietud.
Llueve desmesuradamente sobre el bello paisaje que tengo ante mi vista.
Sé que cuando escampe entrarán los pájaros al balcón y será más fresca la mañana.
(Me veo en la carrera 17. Hago un barquito de papel y por el río que pasa frente a la acera me voy sin despedirme).
(Me veo en la carrera 17. Hago un barquito de papel y por el río que pasa frente a la acera me voy sin despedirme).
2 comments:
Precioso (mojado y feliz al leerlo).
Gracias, Manuel.
Un abrazo
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