Hoy me han dado ganas de caminar por algunas calles del barrio de Gràcia de Barcelona, detenerme un rato en la Plaza Rovira y entrar a aquel famoso bar que aparece en las novelas de Marsé y en una célebre canción de Aute. Después de tomarme allí una copa de fino y de escuchar el relato del barman acerca de la filmación de la película que no pudo hacer Erice, iría a sentarme un momento al lado de Rovira y Trías, para dejarme llevar minutos más tarde por mi pulsión de bibliópata y entrar en la primera librería de viejo que me encuentre. Preguntaría por algún libro de Mercé Rodoreda, para irme hasta la Plaza del Diamante y ofrendarle en silencio mi homenaje.
Emprendería satisfecho mi retorno por Torrent de la Olla, pensando en que por esa acera caminó muchas veces el escritor Joan Perucho. Entraría en el restaurante griego que por allí se encuentra, para hacer una reservación y recordar más tarde a Juan Manuel. Al llegar a la esquina de la Travessera, tomaría la decisión de entrar a la biblioteca que hace diez años estaban construyendo para fatiga matutina de nuestros oídos o de ir de una vez al colmado de los maños para comprar un vino.
Tal vez, como suele ocurrir en estas caminatas, en las que uno se deja llevar por los ociosos caprichos del flâneur, una tercera opción surgiría. Y así, entre el olor de los naranjos, lo más probable es que me vaya hasta la Plaza Taulet para contemplar la torre y dar las gracias al campanario de Gràcia por esta dicha inesperada.
2 comments:
Qué lindo este paseo literario y ¡con esos cicerones!
Solo nos falta que el Pijoaparte nos preste una moto y se nos aparezca la Colometa en la Plaza.
Quisiera poner alguna vez esta entrada en una sección de La Pulpera que se llama Turismo Literario. Si cuento con tu autorización, por supuesto.
Saludos sureños.
¡Qué grato, Fernando, encontrarme acá con tu visita y con tu amable comentario!
Es un honor para mí estar en esa estupenda sección de tu Pulpera. Así que estás totalmente autorizado.
Un abrazo grande.
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