Thursday, May 24, 2012

(Di)vagar y terminar en Rímini

Pietro da Rímini

Escribo invita Minerva hasta que brote la palabra justa. Me demoro en una línea. Abro un espacio para el silencio, pero el silencio no llega. Dejo escapar un vocablo que tenía en la punta de la lengua. Algún día retornará. Hace poco leí al uruguayo Levrero y disfruté su “discurso vacío”, sus terapias grafológicas. Me digo que puedo hacer lo mismo, pero abandono la idea antes de ensayarla. Recuerdo que el pintor Edgar Giménez me recomendó en San Felipe, “soltar la mano” y empezar a dibujar en un cuaderno. Tampoco lo hice. Ahora persisto sobre la página, tras la palabra esquiva. Puedo seguirla asediando, pero también detenerme y discurrir acerca de ese asedio incesante. Escribir que escribo invita Minerva hasta que brote la palabra justa…
 
Me interrumpo para decir que la mañana me trajo las devociones de Bonnefoy, quien dedicó una de ellas a los pintores de la escuela de Rímini.

Borro todo lo anterior para mirar a los alumnos de Giotto y quedarme con ellos un rato en la capilla.

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