Monday, November 12, 2012

Breve crónica de aprendizajes

Monet. Jardin Giverny
 
Se pregunta García Terrés en su diario por qué siente necesidad de llenar renglones y de anotar cosas triviales. De inmediato se responde: "En realidad me gusta escribir. Me agrada que las ideas vayan precisando su forma en el papel, que quede algo del fluir del pensamiento. Pensar -ya lo dijo Wittgenstein- es aprender. Ésta quisiera ser la crónica de algunos aprendizajes".

Retengo una frase espléndida para aludir al arte que cultivan algunos diaristas: crónica de algunos aprendizajes.
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Escribir la lectura. Mejor dicho, procurar acercarse a la emoción de la lectura.
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Registrar a veces la rutina, no sólo el asombro ante el paisaje, la música o el poema.
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Dejarse llevar por nuestro ánimo (ánima, mejor) y que discurran las palabras o el silencio.
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Es lunes. Son las siete y media de la mañana. Tomo otro diario, el de Seferis, y leo: "Me voy de Poros, como me fui en mayo del 41 de Creta: hacia lo desconocido. No sé si volveré a encontrar la gran serenidad que he sentido aquí estas últimas mañanas". Esa hermosa entrada es de un lunes. Es del 2 de diciembre de 1946.

La serenidad y el viaje a lo desconocido se quedan resonando en mi memoria.
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Otros libros en la mesa. Abro uno y encuentro lo que busco: una caja de música al alcance de todos. Es la tercera égloga de Garcilaso. La oigo:

En el silencio sólo se escuchaba
un susurro de abejas que sonaba.

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