LOS CABALLOS
Dos caballos escaparon a la matanza, uno negro y otro alazán. Fue todo lo que quedó vivo después de la derrota de las nacionees. Y Dios les envió un ángel, un hermosísimo potro blanco, con largas crines cenicientas, y por haber bebido tan dulcemente en el regato, fue reconocido por los caballos fugitivos. El alazán se arrodilló diciendo:
-¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
Alvaro Cunqueiro
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