Gabriel Ferrater (1922-1972)
El libro, ese libro en concreto, ese que nos regalaron o prestaron después de que otro lector fue por él conmovido, es un lugar especial de la memoria y puede serlo también de una felicidad compartida. Páginas que enlazan vidas solitarias con los hilos de la poesía o que permiten un diálogo secreto entre lectores sucesivos y distantes. Páginas para confluencias desconocidas, invisibles…
Conozco un poema de Gabriel Ferrater que ilustra hermosamente una variante de este misterio. El poema es, por cierto, un homenaje al gran Josep Carner, autor a su vez de un formidable texto sobre una dama con armiño, una dama que va en el tranvía, apenas vista, y que debemos dejar que siga para que no se desvanezca el fulgurante hechizo. Pero ese poema es para otra ocasión. Ahora va el del maravilloso Gabriel Ferrater, que copio con deleite de la página 137 del libro Mujeres y Días (Les dones i els dies):
JOSEP CARNER
En lo más alto y más oscuro de la noche, no quiero sentir
el olor de mayo que zumba fuera, y es pequeña
la lámpara con que tengo bastante para alumbrar
las páginas tenues del libro, las poesías de Carner,
que me diste ayer. Hace dos años y cuatro meses
que di este libro a otra chica. Palabras
que leí pensando en ella, y ella leyó
por mí, y son del todo nuevas, ahora
que las leo por ti, pensando en ti.
palabras que nos han hablado a los tres, y hacen
que nos reunamos. Palabras que quedan,
mientras nos varían los días y se nos mudan sus sentidos,
ofrecidas para que las volvamos a entender. Como una patria.
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